Imagínese una ciudad impoluta, con calles y avenidas señalizadas y sin un pozo. Piense que camina por veredas sanas y sin un papel tirado, y que a un lado y otro hay casas y edificios con fachadas pintadas y muros que no conocen de grafitis, ni pintarrajeadas. Trate de verse recorriendo las calles céntricas donde abundan comercios de todo tipo y no se encuentran personas en situación de calle.
La postal se repite en los barrios de la periferia, en los que es un hecho el asfaltado de sus calles, las veredas y el saneamiento. Véase disfrutando de las tres plazas existentes y de un parque a cuatro cuadras del centro, tan cuidados y respetados como toda la ciudad. Y si sale de noche, comprobará que luces led de última generación, desde faroles con un diseño estético, iluminan a giorno todo. No se trata de un sueño lo que describo. No. Así luce Trinidad, la capital del departamento de Flores.
Recorrerla es comprobar que la administración municipal está al servicio de sus pobladores y que sus obligaciones fundamentales se cumplen con creces. Trinidad tiene 19 mil habitantes y Flores en total 26 mil. Es el Departamento más chico y con menos habitantes de todo el Uruguay, y el que menos recursos propios cuenta. Desde 1985, sus administraciones han sido del Partido Nacional y por períodos de diez años cada una. Walter Echeverría fue quien inauguró la era democrática y gobernó por dos períodos consecutivos (1985-1995), le sucedió Carlos Mazzullo (1995-2005), luego fue el turno de Armando Castaingdebat (2005-2015), a quien le siguió Fernando Echeverría (2015-2024), que acaba de renunciar para postularse a la Cámara de Diputados; en su lugar asumió Cristina Bidegain.
Cada nueva gestión ha ido construyendo sobre lo hecho por la anterior, y esto ha llevado a que Trinidad esté a meses de convertirse en la primera capital departamental del país con un 100 por ciento de saneamiento.
La modernización y el cuidado de la ciudad han sido una preocupación permanente de todos los intendentes. Esto ha producido un cambio cultural en sus habitantes quienes, cada vez, reclaman y exigen mayor eficiencia de sus gobernantes. ¡Enhorabuena!
Hay y es notorio una política de cuidado patrimonial y ambiental, en la que la Intendencia exonera de un porcentaje significativo de la contribución inmobiliaria y pone a disposición a sus técnicos, a quienes restauren sus propiedades históricas. El efecto contagio entre los vecinos no se hizo esperar y se preocupan por mantener en muy buen estado las fachadas de sus casas. Otro tanto sucede con la limpieza y el cuidado de las veredas.
Recorrer Trinidad es darse cuenta que hay un proyecto urbanístico que abarca a toda la ciudad; y que nada está librado al azar. Sus plazas y el remozado Parque Lavalleja son ejemplos elocuentes. Se han ido reemplazando el arbolado, sustituyendo añosos y enfermos plátanos por ibirapitás y cedros amarillos.
La modernización abarca también su Centro Cultural con salas virtuales y de conferencias. Allí, por estos días, su renovada y bien abastecida Biblioteca, está cumpliendo 80 años de vida con un creciente número de usuarios.
Visitar Trinidad, alienta a tener esperanzas. Solo de los montevideanos depende que -en 2025- cerremos el penoso ciclo que convirtió a Montevideo en una triste, malquerida, y abandonada ciudad.