Tal vez lo que realmente persigan es batir el récord de un conflicto sindical. Me refiero a la Federación de Trabajadores de la Industria Láctea (FTL) que por estos días están cumpliendo siete meses de enfrentamientos con la Asociación Nacional de Productores de Leche (ANLP).
En las últimas horas la FTL, anunció que se prepara a tomar medidas que afectarán aún más las exportaciones de lácteos, lo que, sin dudas, constituye una decisión no solo repudiable, sino que puede tener consecuencias muy graves para la imagen del país. Los dirigentes sindicales informaron, además, que acudirán a las embajadas de los países que importan productos uruguayos, para informarles sobre “la situación de los trabajadores de la industria”. Tal vez el paso siguiente sea presentarse ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Es obvio que a estos señores no les sirve nada y que a esta altura su móvil es exclusivamente político. ¿Cómo se entiende entonces que se nieguen a firmar un acuerdo en el que han logrado todos los incrementos y mejoras salariales que reclamaban?
En ese marco, y para lograr un acuerdo equilibrado para las dos partes (patronal y sindicato), el Ministerio de Trabajo, propuso una cláusula de paz que indica que durante la vigencia del convenio no se podrán realizar reivindicaciones de carácter salarial. La FTL rechazó de plano dicha cláusula, mientras que la ANLP la considera innegociable. Cabe señalar que el salario promedio de los trabajadores, en Conaprole, asciende a $ 53.720 promedio, sin contar beneficios y que la jornada laboral diaria que deben cumplir es de seis horas y cincuenta minutos. Es importante indicar que las mejores obtenidas en la negociación (bien por ellos) están muy por encima de las logradas por otros sectores.
Luego de años de precios muy bajos, la industria láctea ha comenzado a recuperarse y ha incrementado sus exportaciones. En el primer cuatrimestre las ventas al exterior reportaron un aumento del 24% en valores reales con respecto a igual período de 2021.
En el Uruguay hay tres mil trescientos productores de leche, eran más de cinco mil quince años atrás. Suman 20 mil las personas que trabajan directamente en la producción lechera. Lo hacen en predios que no superan, en promedio, las 200 hectáreas. El 73 por ciento de ellos envían la leche a la industria, mientras que un 27% produce quesos artesanales. Estas cifras nos ilustran sobre un sector fundamental de la economía nacional, pero no nos dicen nada acerca del trabajo y el esfuerzo que hay detrás de cada uno de los hombres y mujeres que trabajan en la producción lechera. Según el Instituto Nacional de la Leche (INALE), en los tambos predomina el trabajo familiar.
Estos productores, son el primer eslabón de una larga cadena y los menos favorecidos en ese proceso que da trabajo seguro y de calidad a unas 6.500 personas en las plantas industriales.
Sería bueno que quienes hoy se niegan a poner fin a un conflicto sin sentido y que se aprestan a intentar denostar al Uruguay ante los países que compran la mayor parte de la producción láctea, recorrieran la cuenca lechera y conocieran el esfuerzo que hacen todos los días los tamberos. Comprobarán que lo único garantizado que estos trabajadores tienen es el esfuerzo de cada día.