¿Seguirá siendo invisible?

En Montevideo la locación de miles de viviendas muy precarias construidas en asentamientos irregulares próximas -cuando no encima- de arroyos, cañadas y bañados cuyas aguas están altamente contaminadas, es una realidad que duele.

No existe un problema socioambiental más grave, urgente y postergado que este. Porque aunque se rehúye tocar el tema, todos sabemos que las condiciones de vida de esas familias son pésimas los 365 días de año, agravándose severamente cuando llegan las copiosas lluvias anuales que desbordan los cursos y espejos de agua, instalando por varios días en sus viviendas las fétidas aguas y la abundante basura sólida conexa.

No existe en Montevideo un curso de agua que no esté contaminado a pesar de que suponemos la existencia de políticas específicas del gobierno departamental con el propósito de combatirlo. Monitoreo de la calidad de las aguas, controles de vertidos de aguas residuales, desechos sólidos e industriales, estudios para la relocalización de asentamientos irregulares, son algunas de las estrategias emprendidas desde hace tiempo pero sin éxito. El problema es de fondo y por ello requiere un abanico de soluciones de fondo.

Uno de los puntos de partida clave es que todavía existen muchas barriadas montevideanas carentes de saneamiento, lo que expone a su gente al problema de entrar en contacto con aguas fecales que circulan “a cielo abierto” por cunetas y desbordan pozos negros.

Si bien el saneamiento es una obra de altísimo impacto positivo para la salud y el bienestar de los vecinos, demanda inversiones costosas que quedarán fuera de la vista del elector, y ocasionan muchas molestias durante el prolongado período de realización de las obras. A pesar de ello no cabe duda de que debería ser la prioridad urbana número uno.

Otro aspecto que cuesta comprender cuando se analiza el comportamiento de las autoridades municipales en esta temática, es la permisividad de la instalación de muchísimas familias en las zonas más críticas de los cursos de agua departamentales. Nos referimos a aquellas conocidas como llanuras o terrenos inundables donde se derramará el exceso de agua caída en cada lluvia importante. En el caso de Montevideo esta previsible situación se ve agravada por la acumulación de basura sólida en determinados puntos del curso de agua, que termina bloqueando parcial o totalmente su circulación, haciendo las veces de un dique improvisado.

Las consecuencias de esta realidad son las peores. Provocan un deterioro directo en la salud de las personas involucradas. Por lo tanto la actitud de las autoridades competentes debería ser firme y decida, de tomar todas las medidas necesarias para combatirlo. Es complejo pero hay que actuar sin dilación. Algo parecido a lo que está ocurriendo con el retiro compulsivo de personas en situación de calle ante las gélidas noches -que ya ha cobrado varias vidas.

Existe una impostergable obligación moral en las autoridades de atacar el problema de frente de una vez por todas, sin detenerse en los costes. Ya no hay lugar para la invisibilidad que ha adormecido en la opinión pública este drama que padecen cientos de familias montevideanas.

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