Sin dudas se trata de un tema de educación, pero también de gestión.
En las últimas semanas tuve la oportunidad de visitar algunas ciudades del interior y comprobar cómo sus respectivas Intendencias y Municipios cumplen con creces con las funciones elementales e irrenunciables de cualquier administración municipal.
Fray Bentos tiene algo más de 25 mil habitantes, y es un balcón sobre el Río Uruguay y punto clave en la comunicación con Argentina. También es la capital departamental de Río Negro que UPM eligió para instalar su primera planta de celulosa. Durante el tiempo que insumió la construcción de la moderna industria y algo más padeció la prepotencia y la arbitrariedad de las administraciones de los Kirchner. Eso se tradujo en el bloqueo del puente internacional Fray Bentos-Puerto Unzué por más de cinco años.
Hoy, el comercio de Fray Bentos sufre las consecuencias de la abismal diferencia de precios que existe con Argentina. No obstante esto no es razón ni mucho menos pretexto para que la ciudad no luzca limpia y cuidada. Es evidente que sus habitantes quieren y cuidan a su ciudad y que las autoridades cumplen al pie de la letra con sus obligaciones. Caminar por sus calles, para un montevideano, puede resultar una experiencia surrealista: veredas en perfecto estado y que parecen haber sido barridas y lavadas minutos antes de que uno la transitara. Lo mismo sucede con las calles donde no se ve ni una colilla de cigarrillo. La Plaza Constitución, la principal de la capital, en cuyo centro luce en inmejorables condiciones un kiosco abierto de hierro diseñado y construido en Gales en 1902 y donado por la empresa Liebig’s, es un jardín abierto. La primavera se ha encargado de pintarla de todos colores con centenares de flores y plantas. A nadie se les ocurre arrancarlas y los responsables de su mantenimiento cuidan con celo y orgullo ese vergel.
En torno a la Plaza Constitución de encuentran varios de los edificios más importantes. La Iglesia de Nuestra Señora del Pilar, con su austera arquitectura, el Museo Luis Solari y el majestuoso edificio Stella D’Italia que data de 1892 y que -recientemente recuperado- hoy es sede de la Casa de la Cultura. A dos cuadras de allí, el teatro Miguel Young sigue llenando de orgullo a los fraybentinos.
José Pedro Varela es una ciudad de siete mil habitantes del departamento de Lavalleja. Allí surgió hace ya décadas la industria arrocera. No hay grandes construcciones ni monumentos, pero toda la localidad luce impoluta. Caminar por la Plaza Libertad, iluminada aggiorno por las noches y cuidada hasta en sus más mínimos detalles, es un paseo recomendable. Su flamante Casa de la Cultura es uno de los tantos logros de la actual Alcadía, que contó con el respaldo del Ministerio de Cultura y de la Intendencia de Lavalleja.
Tuve también la oportunidad de visitar el Liceo N° 1 Amalia Sobera de Delfino, que recuerda a una muy reconocida educadora local. Sorprende lo bien cuidado que está el moderno edifico, al que concurren unos quinientos alumnos. Adentro pisos y paredes brillan, los salones cuentan con equipamiento moderno. Afuera, en sus paredes, no se ve un solo grafiti.
¿Cuál es la clave?, le pregunté a un docente. Querer y cuidar lo que se tiene y es de todos.
Una sugerencia para quienes gobiernan en Montevideo: ¿qué tal un tour por Fray Bentos y Varela? Seguro que se sorprenderían y no me cabe duda que sus autoridades compartirían las claves de lo que tan bien hacen.