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¿Qué pasa en Brasil?

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ignacio munyo
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Lula prepara un nuevo gobierno que no tendrá luna de miel.El combo que recibe es complicado: fuertes demandas de una sociedad irritada para atender con muy pocos recursos disponibles.

Lula ganó en segunda vuelta por el margen más chico de la historia de Brasil porque tuvo una amplia ventaja en los sectores populares. Se va a encontrar con una sociedad en la que hace rato se frenó el crecimiento de la clase media y la esperanza. Además, recibe un aparato estatal gordo e ineficiente.

Esto determina que el nuevo gobierno enfrente tres grandes desafíos.

En primer lugar, el gobierno debe lograr recursos para poder concretar promesas de campaña, en un marco jurídico en el que el aumento del gasto por encima de la inflación esta topeado por Constitución. No será fácil generar espacio fiscal sin desanclar las expectativas de un mercado que mira de reojo.

En segundo lugar, Lula tiene que desmilitarizar al gobierno y al mismo tiempo prestigiar nuevamente a las Fuerzas Armadas. Algo siempre muy complejo.

En tercer lugar, se debe conformar una mayoría parlamentaria para gobernar. Es cierto que existe espacio de negociación en el parlamento, pero acordar no es gratis. Lula necesita formar un gobierno que tenga holgura, pero que no pierda credibilidad. Tiene que convivir con un frente electoral amplio -unido para evitar la reelección de Bolsonaro- pero con pocas similitudes. En la transición trabajan más de 30 grupos temáticos con más de 300 personas con puntos de vista muy diferentes. Lula deberá arbitrar permanentemente entre visiones contrapuestas que conviven en su base de sustento electoral.

La economía es clave y hay grandes incertidumbres sobre la postura del nuevo gobierno en varios frentes. Por ejemplo, no está claro que pasará con la inserción internacional, con el régimen fiscal, con el papel de las empresas públicas, con la política comercial o con la promoción de inversiones.

Podría haber un camino promisorio para poder avanzar a pesar de las restricciones. Si Brasil se propone ser líder ambiental, puede avanzar con la producción de alimentos orgánicos y energías renovables. La demanda externa existe, también la oferta potencial en Brasil. Sería una gran oportunidad para atraer inversores y crear empleos.

Desde nuestro punto de vista, lo primero que Uruguay necesita es que Brasil crezca. Es hoy nuestro principal comprador de bienes y se le puede vender mucho más aun con la nueva normativa aprobada que permite ingresar a Brasil sin pagar aranceles desde zonas francas.

También será de importancia la posición que tome Brasil sobre la “flexibilización” del Mercosur. Frenar el impulso aperturista sería un retroceso para Uruguay. Más aún cuando existen expectativas de poder concretar el ingreso al Acuerdo Transpacífico (CP-TPP), lo que sería muy beneficioso para el país. No hay certezas sobre la posición del gobierno de Lula al respecto. Lo que sí sabemos es que el desarrollo de Brasil depende en buena medida de lograr una mejor inserción internacional. Lo primero sería confirmar el acuerdo Mercosur-Unión Europea y pasarle la pelota a Europa para su ratificación.

Hay que estar atentos en estos días para ver cómo se conforma el gobierno que arranca el 1° de enero. Lo que pasa en Brasil siempre es muy relevante para Uruguay.

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Ignacio Munyo

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