En Europa aluden a Vladimir Putin como “Puter” sintetizando la alusión a Putin y Hitler en un vocablo. Los acontecimientos que precedieron a la Segunda Guerra Mundial dan razón a esta idea.
La Federación Rusa actual es continuación de la Rusia de los zares y la posterior de Stalin. Tiranías desenfrenadas, brutalidad ejercida, oligarquías poderosas enraizadas en el poder y pueblo obligado a agachar la cabeza sin reclamo (son 140 millones de habitantes asentados en 17 millones de kilómetros cuadrados, el territorio nacional más grande del orbe).
En su economía destacan el petróleo, el gas natural, el oro y los diamantes. Si preguntamos a alguien que productos o marcas rusas conoce lo que viene a la mente es el vodka y el comunismo. Tiene su lógica, Rusia ha importado siempre la tecnología y ciencia occidental, incluso para la aventura militar y espacial. En la guerra fría entre Estados Unidos y la Rusia socialista la paridad era relativa. Las bombas atómicas estaban, pero Rusia nunca tuvo una moneda -el rublo- de aceptación universal como el dólar, y mucho menos hoy la tiene.
Debía exportar materia prima para comprar dólares y operar en el mercado internacional. Actualmente han acopiado monumentales fondos de reservas previendo un conflicto como el presente. La mayoría de ellas están en bancos occidentales y sitiadas. Por las radicales interdicciones financieras y comerciales que ha dispuesto Occidente.
El mundo de ahora en más es otro. Consecuencia del delirio de un megalómano, que ha construido los cimientos de su régimen respaldado por un grupo de “oligarcas”, la represión policial de la vida ciudadana y la concentración del poder público. Reducida pandilla de amigos que manejan la sociedad gracias a la fraudulenta adquisición de empresas privadas y el dominio de empresas públicas, presentes en todas las áreas estratégicas de la economía. Ostentan fortunas infinitas y las exhiben. Un botón de muestra basta. Román Abramóvich -oligarca patrón en la industria petrolera- tiene una mansión comprada en 175 millones de dólares en Londres y es dueño del club Chelsea de fútbol. Su fortuna registra innumerables ceros a la derecha. Es prohombre de “la rosca”.
Occidente ha despertado de su letargo. En unión con Estados Unidos Europa ha reaccionado sin vacilación. Alemania dependiente del gas y petróleo ruso ha cesado su relación con Rusia. Suecia y Finlandia de tradición ajena a compromisos bélicos y la OTAN, pese a las amenazas de Putín no han vacilado en apoyar con armamento a Ucrania. Suiza país neutralizado desde 1815, que mantuvo siempre actitud prescindente frente a circunstancias de guerra, ha expresado su apoyo a Ucrania. En definitiva, Occidente y la democracia están de pie. La milenaria Ucrania, y su heroica resistencia es posible sean quebradas circunstancialmente pero su conducta mártir alentará la suerte perecedera del nuevo stalinismo.
Las más liberticidas tiranías latinoamericanas -Cuba, Venezuela y Nicaragua- apoyan en solitario a Putin. Su concubinato con la tiranía rusa es notorio. En consonancia con ellas el Frente Amplio de casa ignora la naturaleza de la agresión unilateral desarrollada. Su diputado Daniel Caggiani consultado sobre la posición frentista lo ilustró con una sonrisa.
Y eludiendo el bulto dijo mandarían una carta a Putin “pidiéndole que baje los decibeles”.
El Uruguay de Artigas sin fisuras hoy es Ucrania.