No ofendo ni temo

Lo único rescatable del conflicto diplomático con Argentina es que a través de todos los errores cometidos desde su inicio, los estudiantes de Relaciones Internacionales podrán tener un manual donde se sintetice lo que no se debe hacer en el mundo de la diplomacia.

Sabido es que el tema desbordó a las cancillerías, las declaraciones políticas han suplantado las justificaciones técnicas, se radicalizaron las posiciones con una gravedad inusitada que tiene como consecuencia directa la pérdida de cientos de millones de dólares que el Uruguay lo deberá netear de los beneficios previstos por la instalación de las plantas de celulosa.

El Ministro de Relaciones Exteriores de una Nación soberana junto con el Presidente de la República son por sí, y ante sí los únicos representantes legítimos de la voluntad de un estado en las relaciones con sus pares en su condición de sujeto de Derecho Internacional. La doctrina desde siempre no reconoce ni en el Vicepresidente esta prerrogativa, ni en ninguna otra figura del orden institucional a nadie que pueda comprometer, acordar o condicionar la posición de un país en el concierto internacional que no sea el mandatario y su canciller. Su sola firma refleja esta plenipotencia, y por supuesto su palabra.

En el tema que nos convoca, ambas márgenes del Río de la Plata olvidaron estos elementales principios del Derecho Internacional, y toda la cadena de mandos medios, técnicos o diplomáticos fue sustituida justamente por los que la experiencia indica deben de ser los padres de las soluciones.

Y por más que en este caso apoyemos fervientemente toda la defensa de la soberanía realizada por el Dr. Tabaré Vázquez, es notorio que más allá de la mala leche Argentina, algo en nuestro lado no funcionó bien.

Así las cosas y con los Presidentes enfrentados no hay salida digna, tanto Buenos Aires como Montevideo no tolerarían una señal de debilidad, y marcha va marcha viene, puede comenzar una escalada de chauvinismo que no sólo no solucionará nada sino que profundizará el deterioro.

Por tanto es lamentable pero la pelota no está más en la cancha diplomática, ni tampoco en la órbita del Edificio Libertad ni en la Casa Rosada, la palabra la tienen ahora las empresas Botnia y ENCE que por el bien propio y del país elegido para hacer sus inversiones deben de romper el silencio autoimpuesto.

Sólo una inteligente decisión empresarial de hacer un paréntesis menor al solicitado por Kirchner, pongamos 45 días podrá descomprimir la situación, no para frenar algo que es conveniente para nuestro país y para la región sino para que las empresas mismas encabecen con sus firmes alegatos toda la defensa del impacto ambiental en los órganos que se entienda conveniente.

Presentando así una avalancha de argumentos técnicos que demuestre el caradurismo y el doble discurso del gobierno argentino, una tonelada de justificaciones que deje bien en claro que Uruguay no es una república bananera que abre las puertas de sus cauces más preciados a cambio de unos puestos de trabajo y por último para que Busti reciba el cachetazo de la comunidad científica internacional cuando como es notorio avala la tecnología a usarse en estas industrias del Litoral.

Con este gesto estaríamos "ancar", los gobiernos defenderán sus intereses nacionales sin apearse de lo dicho y las empresas comenzarían a tener un necesario protagonismo técnico que obviamente es lo que faltó en todo este proceso.

Cambiando la máxima artiguista en este caso, nadie dude que "con la verdad, no ofendo ni temo" y este será el único veredicto que legitime a nuestro país y a sus habitantes.

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