Los próximos años deben ser un período de fortalecimiento de nuestra enseñanza. Sencillamente, los uruguayos no podemos darnos el lujo de seguir perdiendo tiempo y dinero. Cuantos más años pasen sin encontrar soluciones, más difícil será la recuperación y más daño habremos hecho a un mayor número de personas. Por eso la pregunta es: ¿qué objetivos de mejora debemos proponernos para, digamos, de aquí a diez años?
Los próximos años deben ser un período de fortalecimiento de nuestra enseñanza. Sencillamente, los uruguayos no podemos darnos el lujo de seguir perdiendo tiempo y dinero. Cuantos más años pasen sin encontrar soluciones, más difícil será la recuperación y más daño habremos hecho a un mayor número de personas. Por eso la pregunta es: ¿qué objetivos de mejora debemos proponernos para, digamos, de aquí a diez años?
Si esta pregunta hubiera sido formulada hace tres décadas, lo normal hubiera sido buscar puntos de referencia fuera de la región. En aquel momento, los indicadores uruguayos seguían siendo mejores que los de buena parte de nuestros vecinos. Pero desde entonces hemos perdido posiciones, de modo que un primer objetivo es aproximarnos a las mejoras recientemente logradas en esta parte del mundo.
Consideremos el caso de la tasa de egreso de la educación media. Se trata de un indicador enormemente importante, porque permite evaluar tanto la cobertura como la eficiencia del sistema. Gruesamente, se trata de saber qué porcentaje de los jóvenes comprendidos en un tramo de edades dado (usualmente, entre los 20 y los 24 años) han concluido ese nivel de estudios.
Hacia 1990, nuestra tasa de egreso de la educación media se ubicaba en el 32%. Esa cifra nos dejaba razonablemente bien parados en América Latina. Solamente Argentina, Chile y Panamá tenían mejores cifras (todos ellos en el entorno del 50%). Brasil tenía en ese momento una tasa de egreso del 21%. Costa Rica estaba en el 28%. Perú en el 30% y Colombia casi a la par de Uruguay. Nuestra tasa estaba muy próxima al promedio regional.
Dos décadas después (es decir, hacia 2010), la tasa de egreso de la educación media apenas había variado en nuestro país. Entonces se ubicaba, como sigue haciéndolo hoy, en torno al 37%. Pero Chile estaba en el 80%, y Argentina y Perú rozaban el 70%. Colombia y Venezuela estaban próximas al 60% y Brasil había superado el 50%. La tasa promedio para la región había ascendido al 55%. Todos habían progresado mucho, menos nosotros.
Si en1990 alguien hubiera propuesto como meta que nuestra tasa de egreso de la educación media se aproximara al promedio regional, hubiera hecho un llamado al inmovilismo. Pero hoy se trata de un objetivo digno de atención, porque nuestra tasa está casi 20 puntos por debajo de ese promedio.
No nos estamos comparando con Japón ni con Finlandia, sino con países parecidos al nuestro. Si ellos lograron dar saltos de 20 y 30 puntos en dos décadas, nosotros también deberíamos ser capaces de hacerlo. Este objetivo tiene que ser especialmente factible si observamos que, dado el tamaño de nuestro territorio y nuestras características demográficas, el desafío es más sencillo que para nuestros vecinos. Por ejemplo, nosotros no tenemos el crecimiento demográfico que tienen Brasil o México (de hecho, Uruguay pierde alumnos en Primaria debido a una baja de la natalidad).
Llegar a una tasa de egreso del 55% en el año 2025 es un objetivo realizable. De hecho, es un objetivo bastante modesto, porque se trata de llegar en 2025 al promedio regional de 2010. Un objetivo más ambicioso sería alcanzar el promedio regional que exista en ese momento. La franja definida por esas cifras es el lugar donde deberíamos aspirar a colocarnos. Por debajo sería un fracaso. Por encima sería un gran éxito.