Todo líder ultraconservador debe tratar de no parecerse a la traductora para sordos de Antonio Gasalla. Ese personaje del entrañable actor traducía simultáneamente al lenguaje de señas lo que decía el ocasional disertante y, por cierto, la traducción era equívoca y grotesca.
El presidente argentino se parece al personaje de Gasalla cuando retira a la Argentina de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y dice que evaluará también la salida del Acuerdo de París contra el cambio climático, a renglón seguido de que hiciera lo mismo Donald Trump.
Lo que no hizo el magnate ultraconservador es promover un negocio financiero privado siendo presidente. Constantemente dice cosas inconcebibles, como que anexará Canadá y se adueñará de Gaza para expulsar a su población y convertirla en uno de sus desarrollos inmobiliarios. También llegó al absurdo de anunciar que dará asilo a la riquísima minoría blanca sudafricana que no sufre persecución ni riesgo alguno en el país donde rigió el apartheid. Pero no se puso a promocionar negocios financieros privados sobre los que sus palabras tendrían inmenso impacto.
Aunque podría estar entre las cosas que normalmente hace para agradar a Trump, no fue imitándolo que causó una mega-estafa financiera al promocionar en las redes una criptomoneda que, por sus afirmaciones, tuvo un asenso vertiginoso pero, ni bien los dueños del negocio vendieron sus acciones, cayó en picada dejando en sus manos los cien millones de dólares que perdieron las decenas de miles de personas estafadas.
A ese desastre lo causó Milei solito, impulsado por propia negligencia, en el mejor de los casos, o por codicia delictiva.
Se trata del terreno que constituye su especialidad. Si en el campo económico que Milei más conoce comete semejante error, solo hay dos posibilidades: o lo hizo porque es un estafador o lo hizo porque es negligente. En ninguna de las dos posibilidades sale bien parado, pero es mucho más grave que haya sido parte consciente de una estafa porque en ese caso, además de estafador, sería también increíblemente negligente, ya que cometer semejante delito siendo presidente parece una señal inequívoca de estupidez.
O negligente honesto, o estafador negligente. No hay una tercera posibilidad para Javier Milei.
Tampoco es inteligente actuar para agradar al magnate neoyorquino. Más evidente queda cuando en escenarios como el Foro Económico de Davos, Trump explica sus duras posiciones económicas con elocuencia, mientras que su fan sudamericano queda desubicado con un discurso ultraconservador en terrenos socio-culturales que no tienen que ver con la economía. Aunque quizá más grave fue retirar a la Argentina de la OMS para imitar el anti-globalismo del jefe de la Casa Blanca, quien a los organismos globales, si no los pueden controlar, prefiere eliminarlos.
Trump expresa en voz alta lo mismo que piensan los presidentes de China, Xi Jinping, y Rusia, Vladimir Putin. Todos son ultranacionalistas enemigos del globalismo y, por ende, de la cultura occidental moldeada en las revoluciones culturales del siglo XX, mientras que Trump y Putin, así como también el premier indio Narendra Modi, comparten además un agresivo ultra-conservadurismo.
Los líderes de esas superpotencias desprecian el multilateralismo y anhelan (Trump en voz alta, los demás en silencio) imponer un mundo en el que sus países ocupen, directamente o mediante su gravitación injerencista, la región geográfica en la que se sitúan. De ser por ellos, dejaría de existir la Asamblea General de la ONU y sólo quedaría el Consejo de Seguridad. En ese mundo piensa Trump cuando habla de salir de la OMS para ahorrarse los aportes inmensamente superiores a los que hace Argentina.
Por eso no tiene lógica que Argentina haga lo mismo, ya que la OMS interconecta el conocimiento científico que se desarrolla en universidades y laboratorios del mundo para que todos los países puedan acceder, además de asistir con medicamentos a los países pobres cuando hay epidemias o pandemias, o cuando ocurren catástrofes naturales generan graves crisis sanitarias.
Que Estados Unidos corra riesgos ínfimos fuera de la OMS no justifica la decisión (o amenaza) de Trump. Pero mucho menos se justifica la decisión de Milei.
No es agradable para muchos argentinos que su presidente actúe como un cholulo admirador de archimillonarios, como Elon Musk y Trump, perteneciendo él a la clase media. Pero es más grave cuando, por negligente o por estafador, participa de un desfalco financiero, y cuando actúa como espejo de Trump y le hace dar a la Argentina los mismos pasos, de por sí inquietantes, que le hace dar a la superpotencia occidental su presidente.
Son las ocasiones en que se parece a la traductora para sordos que personificaba el entrañable Gasalla.