Las velas de los barcos tienen pequeños cabos (llamados matafiones) que caen en sus costados. Son lo suficientemente largos como para poder ser atados a la botavara. De esa forma se reduce el tamaño de la vela.
“Tomar una mano de rizos” en términos náuticos es la acción de reducir el paño de la vela. Se toma una o más según la intensidad del viento. Si hay mucho más y si hay poco no se toma.
Esto se hace para prevenir el riesgo de que el exceso de viento voltee o tumbe la embarcación. Hay que ser medido puesto que si se toma demasiadas manos de rizos puede suceder que la embarcación no avance o lo haga a escasa velocidad al no recibir el suficiente viento.
Algo similar parece haber pasado con el valor del dólar en nuestro país.
Hace un año, desde estas páginas en una columna titulada “Whisky”, alertamos de su valor y el atraso cambiario. Expresamos en dicha ocasión que más allá de explicaciones habían señales que indicaban la existencia del problema.
“Cuando es barato viajar gracias al valor del dólar, cuando es conveniente ir a comprar a los países limítrofes y los comercios de la frontera empiezan a quejarse y cerrar, cuando los operadores turísticos afirman que no somos competitivos, cuando los electrodomésticos son baratos, cuando los productores y exportadores ven aumentados sus costos, es porque viene una tormenta económica” alertamos.
Es algo que sucedió en el pasado, en más de una ocasión, y ahora se repite.
A veces los que manejan la economía privilegian algunos objetivos como la inflación baja pero para lograrlos afectan otros tan importantes como la competitividad.
Las explicaciones se repiten en el tiempo. Son las mismas que nos dieron ayer, y nos dan hoy, no importa el signo del partido que esté en el gobierno, sea Colorado, Nacional o Frente Amplio.
Es por el éxito de la atracción de capitales lo que provoca un enorme ingreso de dólares, nos dicen con aire profesoral. Es el mercado, algunos son liberales hasta que les toca, afirman. El dólar no es el único elemento a considerar en la competitividad, repiten.
Hace ya casi un año reconocieron el problema cuando sacaron una mano de rizos al no permitir más que las empresas públicas, grandes demandantes de dólares, compraran la divisas fuera del mercado, al precio del final de la jornada.
Eso sí que no era de liberales y causó daño.
Ahora, tímidamente, bajan la tasa de interés. Lo hacen luego de decir que nada pueden hacer. Con esa decisión pretenden largar otra mano de rizos y aumentar el tamaño de la vela para que nuestro aparato productivo e industrial pueda recibir más viento.
Los reclamos de exportadores, productores, prestadores de servicios que vieron aumentar sus costos por el valor del dólar empiezan a ser escuchados. Es que si se vende en dólares, los costos son en pesos y el dólar baja, el costo aumenta.
Casi casi una regla de tres.
Si ingresan muchos dólares por la inversión el aumento de los costos del aparato productivo y exportador debe ser atendido. Al igual que la inflación. De lo contrario se pone sobre ellos todo el peso del esfuerzo.
La inflación además no debe controlarse exclusivamente con el valor del dólar sino con otras políticas.
Eso lo sabemos todos y de ello no se habla. No se habla del costo del Estado, de las enormes regulaciones ni de la falta de avance del ingreso a otros mercados pagando menos aranceles.
En el costo del Estado, por ejemplo hubo un aumento desmedido de funcionarios públicos en los quince años de gobierno del FA. De 230 mil se pasó a más de 320 mil. Seguimos con actividades ruinosas en empresas públicas como la producción de cemento que lleva millones de dólares de pérdidas en los últimos veinte años o ALUR. Hay más, mucho más.
Si hablamos de competitividad habría que terminar con regulaciones que privilegian a unos pocos y aseguran nichos de mercados aumentando los costos de muchos productos y con eso la inflación. Hay más de cuatrocientas regulaciones innecesarias.
Si de inflación hablamos, bajar los aranceles, terminar con la tasa consular, fomentar el e-commerce y abrir nuestra economía es otro camino. Bajarán los precios.
Aunque el mayor debe en materia de competitividad es la inserción internacional y el acceso a mercados sin tener que pagar aranceles. Todos los partidos están de acuerdo. Pero desde que hace veinte años Jorge Batlle logró el Tratado de Libre Comercio con México no hubo avances.
Llegó el momento de empezar los trabajos para retirarnos del Mercosur. En forma ordenada pasar de nuestro estado de socio a otro que, llevándonos bien con Brasil y Argentina, nos permita ingresar a los mercados del mundo con menos aranceles.
Las manos de rizos del dólar bajo para controlar la inflación, el gasto del Estado y su peso en impuestos y malos servicios, no abrir mercados, pagar más aranceles que los competidores y la hiperregulación no nos permiten soltar velas, dejar que se llenen de viento y apuntar la proa hacia el futuro y el progreso.