Luciano Álvarez
Mabel era joven, hermosa y rica, Alexander era brillante, ardiente y modesto. Esta mera enunciación revela lo que sigue. Mabel Hubbard nació en 1857 en Boston, en una familia de abogados y empresarios que reclamaba sus ancestros hasta Eduardo I, rey de Inglaterra en el siglo XIII.
Mabel quedó sorda a los cuatro años a consecuencia de una escarlatina. Sin embargo, pudo lograr una vida relativamente normal gracias al esfuerzo de sus padres que evitaron que perdiera sus hábitos de habla -no aceptaban que usara el lenguaje gestual- al mismo tiempo que estimulaban todas las prácticas de captación de sonidos mediante la vibración y la lectura labial. A los ocho años cuando pretendieron inscribirla en una escuela, fue rechazada. Por entonces se sostenía que el uso del habla en el niño sordo, era una tarea casi imposible, y que aun así "su inteligencia continuaría siempre en tinieblas".
Su padre exigió presentarla ante una comisión escolar especial, donde la niña contestó preguntas, leyó fluidamente y demostró aptitudes en historia, geografía y matemáticas, probando la falacia que implicaba sostener que los niños sordos carecían de capacidad para el aprendizaje.
Gardiner Greene Hubbard puso todo el peso de su conocimiento, poder y prestigio para enmendar ese error. Propuso leyes favorables a la creación de escuelas para sordos y sería uno de los promotores de la "Clarke School for the Deaf", en 1867, la primera destinada especialmente para sordos en los Estados Unidos.
Alexander Bell -Aleck era su apodo familiar- había nacido diez años antes que Mabel, en 1847, en Edimburgo, Escocia. Su padre, su abuelo y un tío eran destacados profesores dedicados a la fonética y los problemas de habla. Alexander Bell, padre, fue autor de numerosas obras, entre ellas "The Standard Elocutionist (1860), donde exponía sus métodos para enseñar a los mudos a articular palabras y a leer el movimiento de los labios. La obra tuvo 168 ediciones británicas y vendió más de un cuarto de millón de ejemplares, sólo en los Estados Unidos.
Luego de hacer sus estudios escolares en la casa familiar -su madre era maestra- ingresó a la Royal High School de Edimburgo. Fue un mal alumno, apenas le interesaban las ciencias, faltaba con frecuencia a clase y sus calificaciones eran mediocres. Tenía, en cambio un talento particular para las artes. Tocaba el piano y animaba las fiestas familiares, donde se destacaba como ventrílocuo, lo que no dejaba de estar en consonancia con la especialidad de la familia, aunque no le cayera muy en gracia a su exigente padre.
A los quince años abandonó el colegio y pasó un año con su abuelo, en Londres. Como suele suceder, éste logró lo que no había podido el padre. Pasaban largas horas juntos; horas de estudio y de serias conversaciones, que lo fueron encaminando a la profesión familiar. De modo que al regresar a Escocia, en 1864, obtuvo un trabajo como profesor de locución y música.
Intentó retomar sus estudios y se inscribió en la Universidad de Edimburgo. Pero no pudo con el rigor de los estudios sistemáticos, las ordenadas clases y los ritos académicos. Prefería investigar y experimentar a su gusto; tenía pasta de inventor.
Estaba obsesionado por el tema del sonido, su reproducción y transmisión. Una vez vio la máquina parlante de Wolfgang von Kempelen, un inventor húngaro que se había hecho famoso al construir El Turco, un autómata que jugaba al ajedrez; que en realidad era una farsa.
Aleck consiguió un ejemplar del libro de Kempelen, lo tradujo como pudo y construyó, con la ayuda de su hermano Melville y la financiación de su padre, una cabeza automática que, mediante un complejo sistema, decía "Mamá".
Aleck, entonces de 19 años, hubiera podido convertirse en un charlatán o un estafador, condiciones técnicas no le faltaban. Sin embargo optó por concentrarse seriamente en el estudio de la transmisión del sonido, usando diapasones para explorar la resonancia. Incluso escribió un breve trabajo científico y se lo envió a un colega de su padre. Éste le respondió con delicadeza británica: su esfuerzo era encomiable, pero sus propuestas podrían leerse, con más profundidad y provecho en un libro titulado "Sobre las sensaciones de tono como base fisiológica para la teoría de la música," del médico y físico alemán Hermann von Helmholtz. Aleck aceptó el consejo, se enfrascó en el estudio del libro y siguió progresando en sus experimentos con electricidad para transmitir sonido.
En 1865, la familia se mudó a Londres. Aleck asistía a su padre en las clases de lenguaje de señas y lecturas; incluso consiguió un puesto en una escuela para sordos.
Las cosas iban bien para toda la familia. Melville, su hermano mayor, se había casado y tenía su propia escuela de locución y foniatría y Aleck se ennovió formalmente con una joven llamada Marie Eccleston.
Pero en 1867 murió su hermano Edward y al poco tiempo, en 1870 Melville, ambos de tuberculosis. Desesperados, los Bell -Aleck, sus padres y la viuda de su hermano- embarcaron para Canadá en busca de un clima más saludable. La emigración significó también el fin del noviazgo de Aleck con Marie Eccleston.
En Canadá retomaron sus actividades. En 1871 Alexander Bell montó un instituto para enseñar su "Sistema para el Discurso Visible" y al año siguiente le propusieron un puesto en Boston, para formar maestros en su sistema.
El profesor Bell no aceptó, pero en cambio recomendó a su hijo Aleck, quien seguía sus pasos. Los progresos del joven Alexander Bell en Boston fueron notables. Enseñando el sistema de su padre, abrió una escuela llamada: Fisiología Vocal y Mecánica del Habla que tuvo un éxito inmediato.
Mientras tanto continuaba con sus experimentos con la electricidad y el sonido. Diseñó un piano que podía transmitir música a distancia.
En este momento Mabel Hubbard reaparece en nuestra historia. Ahora tiene 17 años y se ha convertido en una hermosa joven de ojos negros. Al volver de un período de estudios en Alemania, su padre la envía a la escuela de Aleck; entre clase y clase, se enamoran. Aleck quiere ofrecerle a su amada el regalo del sonido: "No solamente te enseñaré a mejorar tu habla, voy a fabricar algo que te permitirá oír".
El 2 de junio de 1875, Aleck le envía una carta diciéndole que finalmente había logrado un descubrimiento de la mayor importancia, y la cerraba así: "Mañana en la tarde pasaré por tu casa. Tengo varios asuntos para conversar contigo. Con la ansiedad del caso, tu muy devoto, Alexander Graham Bell.
Como tantas de sus experiencias, fue un fracaso, lo que no impidió que se casaran el 11 de julio de 1877, cuando Mabel Hubbard estaba por cumplir 20 años y Alexander Graham Bell acababa de cumplir 30.
El fracasado intento de Aleck por darle a su amada el regalo del sonido derivó en un invento que hoy es parte fundamental de nuestra vida cotidiana: el teléfono.