Se están cumpliendo 131 años del nacimiento, el 22 de julio de 1873, del doctor Luis Alberto de Herrera, un político de extraordinario relieve en la vida del país y de su Partido Nacional, sin olvidar su proyección internacional en Hispanoamérica.
Hijo menor de Juan José de Herrera y Manuela Quevedo, precedido por sus hermanos Pilar, Manuela, Juan José e Inés, siempre fue fiel a su raíz de antigua procedencia y notablemente marcada a través de su abuelo Luis de Herrera y Basavilbaso y su propio padre Juan José, ministro de Berro, presidente del Directorio del Partido y figura principal en la última mitad del siglo XIX.
En 1897 integró los "22 de Lamas" y en 1904 fue secretario de Aparicio Saravia. De las luchas militares pasó a las civiles y ya en 1905 el Parlamento recogió sus vigorosas intervenciones. Candidato del Partido, según lo resolviera el Congreso Elector, a la presidencia de la República en 1922, alcanzó, por voto popular, en 1925, la presidencia del Consejo Nacional de Administración.
"El año 1926 marca en la vida del país —escribe Luis Alberto Lacalle— el momento en que el Partido Nacional, estirado en su esfuerzo máximo llega hasta el umbral del poder, toca con las manos el esquivo premio de sus afanes. Cuando se la mira a la distancia, la elección Herrera-Campisteguy señala algo más que un nuevo enfrentamiento entre los tradicionales adversarios. Se podría, en materia de historia política, hablar de antes y de después de esa fecha. Para todos, hombres, partidos y país, pudo ser el codo del camino; para muchos fue jalón singular; para Herrera el cenit de su acción pública interna..."
Es que esa elección determinó la derrota del Partido Nacional por apenas unos 1.500 votos cuando fuera del Lema habían votado, siguiendo a Lorenzo Carnelli, unos tres mil blancos.
Posteriormente, Herrera tendrá una dura lucha en la década del 40, sobre todo contra el comunismo que trató en "embestida baguala", según expresión del propio Herrera, de enchastrar su límpida figura pidiendo "cárcel para Herrera" lo que ahora, en proyección parece un título adecuado a cuento cómico.
Pese a esos embates comunistas, ataques con pedradas y ruido de parlantes y carteles —hoy se llaman escraches— el Caudillo creció de manera formidable y en las elecciones de 1946, elegido Tomás Berreta presidente, Herrera fue el candidato más votado.
Habiendo pasado también por el Senado, en 1954 fue electo miembro de la minoría en el Consejo Nacional de Gobierno y su acción fue determinante para el inobjetable triunfo de 1958, elección en la que culminaría su incansable lucha por el Partido Nacional y por el país.
Actuó en política y con igual intensidad escribió numerosos libros de historia que aún siguen siendo pilotos de opinión.
Durante más de 60 años luchó sin dar tregua para que su Partido alcanzara el poder. Lo logró en las elecciones de 1958, donde la victoria blanca fue esplendente. Apenas cuatro meses y pocos días más, llegó al final de su trayecto terrenal el 8 de abril de 1959.
Si fue su actuación impresionante en vida, en la muerte ha adquirido enormes proporciones, reconocimiento cabal de la ciudadanía y de los partidos políticos a un hombre que lo dio todo por la orientalidad.