Lucien Lacombe tan verdadero como la realidad

Luciano Alvarez

Lacombe Lucien" (1974) es una película de Louis Malle. La historia transcurre durante el verano de 1944, últimos meses de la ocupación alemana en el Sudoeste de Francia. Lucien Lacombe, muchacho pobre de un pueblito de montaña, hastiado de su trabajo de limpiador en el asilo de una ciudad cercana, descarga su rabia cazando liebres con la escopeta de su padre, prisionero de guerra. Un día, va hasta la escuela del pueblo, con una liebre de regalo; sabe que el maestro es miembro de la resistencia y se ofrece a enrolarse. El hombre, que conoce su simpleza de espíritu y su carácter brutalmente instintivo se niega: "Eres muy joven. […] La resistencia no es como tirarle a los conejos, es como el ejército". De regreso a la ciudad y a su trabajo, un pinchazo de su bicicleta retrasa el viaje, llega luego del toque de queda, lo arrestan y lo llevan a un petit hotel, cuartel de un grupo de franceses que trabajan para la policía alemana, mezcla de pistoleros resentidos, señoritos decadentes y algún fanático. Lucien no muestra confusión ni miedo, en cambio le deslumbra el ambiente de ropas elegantes y pistolas cargadas. Basta un poco de alcohol y un trato amistoso, para que le tiren de la lengua y denuncie al maestro. El paso ha sido dado y la iniciación es rápida.

Le dan carné -apellido: Lacombe, nombre: Lucien- y una pistola. Jean Bernard, un aristócrata convertido en matón, le conseguirá la ropa elegante. Tiene un secreto: en el pueblo vive escondido, junto a su madre y su hija, Albert Horn, un gran sastre judío de París a quien extorsiona; él se encargará de su atuendo. Lucien se apasiona con France, la hija del sastre.

Lucien Lacombe, ahora se siente poderoso, intimidante y obedecido; le bastan su pistola torpemente guardada en su traje elegante, su carné y dos palabras: "Policía alemana". También aprende de sus jefes algunas frases sarcásticas para infundir temor. Sigue siendo un pobre tipo, peligroso e imprevisible, pero el mero hecho de estar del lado de la fuerza le otorga la libertad para ejercer sus instintos, tal como queda explícito al instalarse en medio de los Horn. La extorsión y la protección, la pasión, la violencia y la intimidad, la resignación y los atisbos de esperanza, definen la relación.

"Lacombe Lucien" se estrenó en Montevideo en abril de 1975. Verla no sólo era la experiencia de una obra maestra, sino el reconocimiento de una misma situación de violencia, miedo, y humillación. Sí, en Montevideo también existían los Lucien Lacombe.

Ignoraba el escándalo que la película había producido en su país. Dudo que hubiese podido comprenderlo, como intento hacerlo 36 años después. A pesar de ser una de las seis películas más taquilleras del año y de los elogios de la crítica mundial, en Francia la indignación recorría desde la extrema izquierda a la derecha. La célebre revista "Cahiers du cinéma" pasaba por aquel entonces por un risible período maoísta, de modo que la condenó sin apelación: las dudas y los claroscuros de la película eran una herramienta al servicio de la burguesía. Los comunistas no pensaban de manera muy diferente. Roland Leroy, uno de sus principales dirigentes, se ocupó del tema en el XX Congreso del Partido. Del otro lado, los partidarios del General De Gaulle sostenían que "Lacombe Lucien" desteñía la grandeza de Francia y los franceses en su lucha por la liberación. Los más benévolos recomendaban: ¿para que remover todo aquello?

En 1969, "La tristeza y la piedad", un documental de Marcel Ophuls, había producido reacciones similares. Pero el resto de las películas -más de sesenta- que habían tratado el período 1940-1944 proyectaban una visión común que minimizaba, cuando no ocultaba, el fenómeno de la Colaboración y el apoyo al régimen del Mariscal Petain.

No faltaron voces que defendieron la verdad sustancial de "Lacombe Lucien" : Jean-Louis Bory, escritor y crítico de izquierda, no dudó en afirmar que la vida cotidiana en aquellos años era abominable. "Lo sé, lo viví [...] No era lindo de ver y menos de vivirlo. Surgían más cobardes y pobres tipos que héroes."

Apropiarse de la Historia -en el arte, en la academia y en la memoria- es una forma de control político del presente. Los Louis Malle -que tanta falta nos hacen- combaten precisamente la mala memoria, convertida en simplismo, historieta y panfleto. Pero perdió la batalla, dejó Francia y continuó su carrera en los EEUU, aunque volvería en 1987 para reincidir con otra obra maestra sobre el período: "Au revoir les enfants". Hoy, el caso "Lacombe Lucien" es un paradigmático objeto de estudio. En 2009, la Universidad de París X Nanterre organizó un coloquio sobre aquella polémica.

Lo más inquietante de "Lacombe Lucien", el desafío a lo políticamente correcto es, una vez más, la banalidad del mal. El tema había torturado a Louis Malle durante veinte años. El primer esbozo lo tuvo a mediados de los años cincuenta mientras filmaba un reportaje sobre la guerra de Argelia y conversó con un joven de apariencia anodina, educado y tímido que resultó ser un oficial de inteligencia, encargado de interrogar y torturar, sin ningún cuestionamiento ni duda personal. En junio de 1971, los Halcones, un grupo de jóvenes para-militares, irrumpieron en una manifestación en Ciudad de México y mataron a más de cien estudiantes.

Sobre esta impresión escribió un primer guión, luego lo mudó a las guerras de Argelia y Vietnam, hasta que se decidió por el departamento de Lot, donde tenía una casa, conocía bien el paisaje y pudo recoger muchas historias y material sobre la Ocupación. La peripecia del guión confirma aquella impresión de cercanía que podía sentir en 1975. Mis "Lacombe Lucien" y sus compinches eran el cantinero del liceo Bauzá -donde daba clases en aquella época- y el jefe de bedelía, un fanático que terminó loco; eran el policía Alem Castro y el ex dirigente de las Juventudes Comunistas, Ariel Ricci, convertido en colaboracionista, que hacían visitas inesperadas a las radios, las parroquias o los teatros, con la sonrisa inocente del psicópata.

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