Los niños y la renta

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El discurso inaugural de Yamandú Orsi ha generado debate. Como siempre en estas ocasiones, la gente busca allí definiciones, principios, ideas, que anticipen hacia dónde irá el nuevo gobierno. Esta semana, el editorial de El País abordó lo que dijo Orsi sobre la libertad, y cierto valor instrumental que pareció otorgarle. Pero a nosotros nos llamó la atención otro párrafo.

“Es inadmisible que un país de renta alta tenga a uno cada cinco niños y adolescentes viviendo bajo la línea de pobreza. Tenemos que garantizar un mínimo de dignidad y lograr que cada niño pueda alimentarse en su casa y vivir la feliz aventura del aprendizaje”.

Se trata de una definición compartible, desde ya. ¿Quién no querría eso? Pero nos llamó la atención por otra cosa. Y es que si vamos a cada uno de los discursos inaugurales de los últimos 40 años, siempre podemos hallar una frase similar. Así a la memoria, nos viene aquella frase de Tabaré Vázquez, de que “Si tengo que elegir entre tapar un pozo de la calle y darle un litro de leche a un niño, elijo darle de comer al niño”.

Es más, nos recuerda una frase aún más vieja. Esa de Wilson de que “Si no somos capaces de asegurar una vida digna a 3 millones de orientales, somos unos criminales”. Y, sin embargo sigue habiendo uruguayos en niveles de pobreza dolorosos. Por si las miles de notas que hemos hecho en este diario sobre pobreza y marginalidad no fueran suficientes, puede ir a ver el show de pornomiseria con el que ese youtuber argentino ha ganado miles de clicks recorriendo el Cerro o Malvín Norte.

Una realidad que nos demuestra que no es una cuestión de falta de voluntad, cosa que ya aprenderá la nueva ministra de Vivienda, que reventó los “cringómetros”, el día de su asunción. ¿La vio”. Esa que a medio camino entre Evita y Margarita Xirgu arrabalera, declamaba que ahora sí llegaba alguien preocupada por los pobres al ministerio. Y exhibía como prueba la construcción de una huerta.

Es que el problema no es la falta de ganas de terminar con la pobreza, el problema es cómo.

Y acá hay que decir dos cosas, que van a sonar polémicas. La primera, es que desde hace al menos 40 años, alguien podría decir 80, Uruguay aplica un mismo modelo político y económico. Con su matices claro, pero en el fondo es siempre lo mismo, un convencimiento de que porque somos un país chico, una pradera fértil con playas, y (poca) gente más o menos homogénea, estamos condenados a la riqueza. Que todo se reduce a distribuir mejor lo que tenemos, y así vamos a convertirnos en una Noruega austral. Donde podremos seguir tomando mate en la rambla escuchando murgas (o folklore), trabajando lo mínimo, y sin tener ese problemita de conciencia de los niños en la miseria apenas cruzás Av. Italia.

La segunda cosa, es que tal vez nuestro problema es dónde ponemos el foco. Otro ministro que nos refregó en la cara nuestro tercermundismo impertinente fue Juan Castillo, cantando con los simpáticos Larbanois y Carrero “A don José”. Menos mal que Vázquez Franco no llegó a verlo. Pero en esa ceremonia tan musical, Castillo dijo otra cosa relevante. Que su prioridad serán esos 500 mil uruguayos que ganan 25 mil pesos. De nuevo, venimos escuchando eso hace décadas, salvo el ajuste del número salarial por inflación. Y no cambia. ¿No será que deberíamos preocuparnos por el resto?

Acá sí que arriesgamos cancelación, pero vamos a sugerir que el problema no son los que ganan 25 mil pesos. ¿Cuántos de ellos hoy pueden aspirar a ganar más en función de lo que generan? Tal vez, por una vez, habría que probar poner un poco el foco en los que ganan un poquito más. Esos que tienen formación, empuje, capacidad, para hacer que el país pegue un salto en desarrollo. Pero a los que el sistema trata como parias ricachones, y a quienes el fisco esquilma como si fueran hijos de Elon Musk. Y ojo con protestar, porque sos un “privilegiado”.

El problema es que esa situación hace que muchos opten por votar con los pies. Así vemos que año a año perdemos porciones cada vez mayores de la gente más capaz, que se va a otros países, donde su esfuerzo pague mejor. O tiene que asumir tres trabajos distintos, no cumpliendo bien con ninguno, y fundiéndose en un esfuerzo que no devuelve al país su potencial. Ni que hablar de los que se entregan, y bajan su aspiración a la chatura de nuestros tan mentados avisos de yerba.

Se dice que no hay nada más tonto que pretender resultados diferentes, haciendo siempre lo mismo. Y Uruguay hace décadas que repite la consigna esa igualitarista y fallutamente solidaria, mientras parece un tipo que está hundido, con el agua cada vez más cerca de su nariz. Pero que se niega a liberar las manos que lo pueden poner a flote, y prefiere esperar, empacado, que aparezca algún caudillo providencial que lo salve del ahogo con plata ajena.

Y ¿sabe lo que pasa? Los niños siguen sin leche y las calles, tapadas de pozos.

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