Leopoldo López está preso por pensar diferente al gobierno venezolano; 14 años de condena por usar un arma tan letal como la libertad de conciencia y de expresión. Está preso en un país que se dice democrático, pero es una dictadura, pura y durísima. La democracia es mucho más que elecciones libres. Estas son su presupuesto indispensable, pero no alcanza. No es la primera vez en la historia de la humanidad que una elección pare tiranos.
Leopoldo López está preso por pensar diferente al gobierno venezolano; 14 años de condena por usar un arma tan letal como la libertad de conciencia y de expresión. Está preso en un país que se dice democrático, pero es una dictadura, pura y durísima. La democracia es mucho más que elecciones libres. Estas son su presupuesto indispensable, pero no alcanza. No es la primera vez en la historia de la humanidad que una elección pare tiranos.
La democracia además necesita partidos políticos funcionando libremente, una prensa sin ataduras ni censuras ni periodistas perseguidos y amordazados, Justicia independiente y Fuerzas Armadas sujetas a las instituciones. En Venezuela se encarcela a los opositores, mueren manifestantes en las calles, se censuran y cierran los medios que no son adictos al régimen, la Justicia es una parodia donde cipayos de la ley preguntan al gobierno cómo deben decidir y donde las Fuerzas Armadas gritan las consignas de un partido. Por eso Venezuela hoy es una dictadura.
Maduro es un pichón de Chávez que no tiene ni de cerca su carisma, pero a fuerza de represión y sangre quiere disimular sus carencias intelectuales y políticas. Ya no sus convicciones democráticas porque esas nunca las tuvo.
Más nos duele Venezuela porque el silencio cómplice del gobierno uruguayo y de los dirigentes del Frente Amplio son una infamia que devuelve con indiferencia, dando vuelta la cara a aquel pueblo que en circunstancias muy difíciles para los uruguayos, supo ser solidario y no reparar en ser hogar para miles de exiliados de aquí. Para Venezuela la violación de los derechos humanos durante la dictadura no era un problema interno de Uruguay. No se escudó en eso para negar su mano amiga. Entendió que los derechos humanos son de todos los humanos, no sólo de aquellos que viven dentro de las fronteras nacionales. Los delitos de Maduro no son un problema interno de Venezuela, ellos deberán resolverlo sí, pero censurarlo y solidarizarse con aquel sufrido pueblo es un tema de todos. Que digan que es un asunto interno de Venezuela es una hipocresía. El gobierno del Frente Amplio no anduvo con timidez para sacar a Paraguay del Mercosur cuando su Parlamento destituyó a Lugo. En ese caso para el FA y el Pit-Cnt el tema no era interno de Paraguay.
Es una vergüenza que nuestro gobierno sea uno de los pocos que se lava las manos. El venezolano es un amorfo régimen que se sentó en barriles de petróleo y compró silencios y dignidades. Y peor es que además el mutismo esté buscando no enojar a Maduro y sus secuaces por temas comerciales o votos en la ONU. “No venderé el rico patrimonio de los orientales al bajo precio de la necesidad” enseñó el prócer. Eso justamente es lo que está pisoteando con vergüenza nuestro gobierno. En el futuro nos señalarán como aquel país que callaba con ignominia. Nuestro gobierno traiciona al pueblo venezolano y también al uruguayo.
Como le anunciaba por carta Wilson Ferreira al dictador Videla en momentos de horrible angustia y dolor, a Maduro también le llegará la hora. Y si llegara a pedir exilio aquí que esté seguro que no será recibido con cariño, pero se lo respetará en su vida y su integridad de la forma en que él no lo hizo con sus compatriotas. Por lo menos será así hasta que le toque enfrentar a los tribunales de su país, que le llegará también y serán libres e independientes como no lo son ahora.