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Libertad y humanidad

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LEONARDO GUZMÁN
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Algunos vociferan que ante la pandemia fracasó el principio rector de libertad responsable. Antenoche, respondiendo preguntas de la vida práctica, el Dr. Lacalle negó ese fracaso.

Afortunadamente los hechos le dan la razón. Los CTI no colapsaron. El ritmo del contagio decrece. El Covid nos ha costado 2.500 muertes aceleradas en este comienzo de otoño, pero serían 4.735 en proporción a las de Chile y más de 5.000 en relación a las de la Argentina -ambos países con encerronas intermitentes pero rigurosas. Y serían arriba de 7.000 en proporción al Brasil, con su laxitud inicial y sus contradicciones federales. Como instrumento de lucha, la libertad responsable nos fue fecunda pues. Pero no nos sirvió solo como herramienta de gestión. La libertad responsable nos valió como afirmación de nosotros mismos, como sistema de respeto por la persona, como principio.

Casi al pasar, en una de esas conferencias de prensa donde se va y viene entre números y tiros penales, el Presidente Lacalle Pou afirmó con llaneza: "Si fracasa la libertad responsable, fracasa la humanidad". La frase fue una definición irrebatible. Vale apotegma. Si llegare a ser imposible construir una sociedad de personas libres que respondan por sus valores y sus actos, habrá fracasado la empresa humana entera y se habrá extinguido la definición misma de la especie.

Muchos son los sacrificios que hemos hecho todos. Nos machaca el alma andar con tapaboca, no ir a un teatro, toparnos con medio Estado cerrado y no tener funcionando un servicio esencial como la Justicia. ¡Claro que eso nos duele! Pero es preferible todo eso con libertad ambulatoria y respeto por los derechos individuales, sin caer en ensayos totalitarios como los que fracasaron en comarcas lejanas y cercanas.

¿Mérito político, medible en las encuestas? Mucho más que eso: mérito institucional enclavado en la tradición que nos hizo clamar por la libertad y la institucionalidad desde antes de ser independientes y de asumir conciencia de nación. Formación ciudadana del Presidente de la República, pero antes fermento y entrega en la vida bicentenaria de los partidos que hoy nos gobiernan.

En un año largo de sufrimientos, todos hemos sentido que algunas cosas pudieron hacerse mejor. Pero nada pudimos hacer mejor que elegir la libertad. No solo porque es el voto que el alma pronuncia en este balcón abierto al Plata y al Océano. Además, porque -cualesquiera sean sus caídas- la criatura y la sociedad humanas siguen distinguiéndose de las fieras y de las colonias de termites por su capacidad de pensar, reflexionar y actuar. Como enseñó para siempre Benedetto Croce, la historia se construye como pensamiento y acción y en ella, dar por muerta a la libertad es lo mismo que dar por muerta a la vida en su más íntima médula.

Con esas ideas del ilustre filósofo italiano se sostenía uno ante la dictadura cuando escribía en El Día. Ante esta nueva tragedia, nos retornan ellas en la voz del gobernante que nos dieron las urnas, pocas horas después de haber despedido al admirable jurista y gran ciudadano que fue Gonzalo Aguirre Ramírez, a quien vi vencer la inmovilidad de su cuerpo a fuerza de espíritu.

A su recuerdo consagro estas líneas, con la paz de saber que -mucho más solos que lo que nos damos cuenta- enfrentamos los peores momentos apostando a la libertad responsable como conciencia de humanidad.

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