La OCDE, un monstruo insaciable

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Ignacio de posadas
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Para quienes no se acuerden, fue allá en el 2007, primer gobierno del Dr. Vázquez, cuando empezó aquello de las listas grises y negras.

En ese entonces, la bandera “oficial” de la OCDE era el combate al lavado y la izquierda se subió al carro, con tanta ingenuidad como entusiasmo ideológico.

En aquel momento, el tema al que apuntaba la OCDE era el de las SAFIs. Le advertí directamente al gobierno que no se dejara engañar: no venían sólo por eso y tampoco los movía la preocupación por el lavado (que ocurre infinitamente más en los países de la OCDE que aquí). La cosa iba para más.

Y así fue.

Atrás de las SAFIs vinieron el fin de las acciones al portador y del anonimato, la obligación de dar información de los paraísos fiscales, después se instaló el delito fiscal como precedente del lavado… y al final cambiaron el letrero de la puerta, sincerándolo: “unfair tax competition”.

Se sacaron la careta. Sobrecargados de impuestos e incapaces de reducir el gasto público, los países ricos quieren manotear ingresos fiscales de los países pobres.

El Frente Amplio no quiso escuchar cuando se le dijo que era tonto esforzarse por quedar bien siendo los primeros de la clase. Que eso solo alentaría a que vengan por más y más. Se llenaron la boca con palabras (siempre fue su fuerte): “contra la opacidad”; “a favor de la economía real”, bla, bla, bla.

Lo real para el Uruguay ha sido la pérdida de actividades, de puestos de trabajo y de riqueza.

¿A cambio de? Nada.

Ni las gracias.

Ahora la OCDE vuelve a la carga para anular las medidas que los países pobres utilizan para captar inversiones. Le va a aplicar impuestos transfronterizos a las multinacionales que se instalen en países que ofrezcan incentivos.

En nuestro caso, los cañones apuntan en lo inmediato a los beneficios tributarios a las inversiones, pero fiel a su estrategia, atrás vendá el régimen de zonas francas.

Es un golpe letal para nuestra economía.

Hasta ahora el gobierno ostenta una actitud de cierta preocupación, pero sin drama ni urgencia. Es lo prudente. Siempre y cuando tenga claro, hacia adentro, de que la cosa es muy grave y nada distante.

Por su lado, los expertos que han salido a hablar del tema, nos dicen que estamos fritos, que a lo más que podemos aspirar es a no repetir la estupidez de ser los primeros de la clase y, luego, ver cómo achicar el daño.

Capaz que sea así, que no hay margen, pero creo que, antes de entregarse, el país debe ensayar algunas movidas.

Para empezar, a la OCDE ya se le cayó la hoja de parra: no tienen con qué cubrir lo que es, ni más ni menos, que un manotazo.

Eso habilita a hacer intentos por plantear resistencias, que son legítimas. No en solitario: sabemos de nuestras escasas fuerzas, pero sí en dos sentidos: buscando sinergias con otros países que van a sufrir lo mismo y los hay incluso de envergadura política, como Irlanda y aún el Reino Unido y también acudiendo a foros de gobernanza mundial, empezando por Naciones Unidas, que para algo está.

Hay que dar todas las batallas posibles. Ya sabemos cuál es el premio por la colaboración.

En paralelo, el país -no solo el gobierno- debe prepararse. Empezando por tomar cabal conciencia de lo que esta amenaza significa.

Somos un país caro, de mercado reducido y, para colmo, periférico. Sí, tenemos estabilidad jurídica, una democracia que funciona, y somos fantastic, pero con eso solo no vamos a atraer inversiones en volumen adecuado para crecer.

Si nos anulan los incentivos tributarios (incluyendo las zonas francas), o abaratamos costos o la quedamos y abaratar los costos significa reducir el gasto público y morigerar los salarios (como mínimo).

Dicho en otros términos, el país está amenazado: en su potencial de crecimiento, pero también en su nivel de vida, en su equilibrio fiscal y en el futuro del empleo.

Es necesario comenzar ya a concientizar a la gente de todo esto, antes de que el lobo esté a la puerta y de que se politice el tema, anulando toda posibilidad de armar un plan nacional de defensa, por encima de ideologías y perfilismos electorales.

No esperar a la pandemia para salir a buscar vacunas.

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