Quizá fue ella la causante de la irresponsable ruptura. No está claro qué ocurrió pero, a la vista de los ecuatorianos, el presidente maltrató institucionalmente y humilló políticamente a la vicepresidenta.
Probablemente eso le restó algunos votos a Daniel Noboa y favoreció a la candidata correísta. Los ecuatorianos están hartos de lo que también se ve a menudo en otros países, como Argentina, donde Milei maltrata institucionalmente y humilla políticamente a su vicepresidenta. También de que los presidentes cambien de ropaje ideológico y de aliados políticos al llegar al poder. Lucio Gutiérrez derrocó a Jamil Mahuad con movimientos indigenistas que fueron sus aliados en las urnas, pero en la presidencia que ocupó en el 2003 estuvo apenas año y medio porque esos aliados se sintieron traicionados y pasaron a ser opositores. Historia que se repitió una y otra vez hasta hartar a la sociedad engañada por las campañas electorales.
Por eso es posible que el maltrato de Noboa a la vice Verónica Abad haya restado viento de cola en la primera vuelta. En la votación del domingo se esperaba un resultado que dejase la victoria del presidente prácticamente asegurada en el ballotage. Eso no ocurrió, porque el crecimiento inesperado de la candidata correista Luisa González dejó la moneda girando en el aire.
La mayor señal del traspié en las urnas la dio el propio presidente al decir, como Trump y Bolsonaro cuando les tocó perder, que hubo fraude en su contra. Algo improbable.
En Latinoamérica, el péndulo político ya no se detiene largos lapsos en cada lado, sino que vuelve rápidamente al lado opuesto. Otra diferencia es que se acerca más a los extremos. Con algunas excepciones, en lugar de pasar desde la centroderecha a la centroizquierda, pasa desde el populismo de izquierda al populismo derechista.
Las urnas de Ecuador acaban de confirmar esa tendencia en la dinámica pendular de la política. Después que a Guillermo Lasso lo sucediera Daniel Noboa, otro conservador, muchos dieron por finalizada la etapa del arrollador liderazgo de Rafael Correa. El populismo izquierdista de corte autoritario que expresa ese ex presidente y su partido Revolución Ciudadana, parecían condenados a mirar el poder desde afuera por largo tiempo.
Con cuatro elecciones ganadas de manera consecutiva, tres por Correa y una por su delfín Lenin Moreno, quien en el Palacio de Carondelet se convertiría en su archi-enemigo, el correísmo estableció un récord en un país donde la inestabilidad política es la regla. Pero el caso Odebrecht y otros escándalos de corrupción que derivaron en juicios y en una condena a Correa y a su ex vicepresidente Jorge Glas, cerró esa etapa y el péndulo fue hacia la derecha.
Guillermo Lasso no pudo concluir su mandato y en la elección adelantada para completar ese periodo volvió a ganar la derecha, esta vez con el hijo de Alvaro Noboa, el millonario conservador que intentó sin éxito cinco veces ganar la presidencia.
El joven Noboa fue la gran sorpresa en la segunda elección perdida por el correísmo, logrando el brevísimo periodo que completa lo que faltaba del mandato anterior.
Ahora, tiene que revalidar aquel triunfo y las encuestas lo vaticinaban, aunque sin garantizarlo en la primera vuelta. Parecía que, aunque con ballotage, ya estaba todo dicho. Sin embargo, hubo una sorpresa en las urnas: la esperada victoria de Noboa por varios puntos, terminó siendo por menos de un punto, o sea un empate técnico que dejó mejor posicionada para la segunda vuelta a Luisa González.
Además de la ruptura escandalosa con la vicepresidenta, probablemente lo debilitó la inseguridad que viven los ciudadanos. A pesar de su sobreactuación guerrera contra el narcotráfico, potenciada por el asesinato el candidato anti-narcos Fernando Villavicencio en plena campaña electoral, Noboa defraudó al no lograr de inmediato el resultado prometido cuando hablaba de cárceles flotantes y de militarizar las prisiones.
Como otros en la región, Noboa se “bukelizó” para generar la sensación de que podía lograr los mismos resultados que obtuvo en El Salvador Nayib Bukele. Pero eso no ocurrió.
Al parecer, tampoco le sirvió el show autoritario que implicó el asalto a la embajada de México para capturar a Glas, allí asilado. Y menos lo ayudó la economía, que permaneció estancada.
Logró implementar un ajuste sin estallido social, pero que le dificultará en la segunda vuelta captar los votos del movimiento indigenista Pachakutik. No son muchos, pero son indispensables.
Daniel Noboa creía tener asegurado el triunfo en el ballotage, sin embargo el futuro de la presidencia no se sabrá hasta el escrutinio en abril, porque la moneda quedó girando en el aire.