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La magia del blue

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Hay una vida mejor, pero es más cara”, me dijo una vez un amigo y de inmediato me apropié de la frase. Desde entonces la empleo para hacer chistes o bromas a algún otro amigo cuando se queja porque algo no es tan bueno como quisiera: un asado, un tinto, una canchita de fútbol 5 alquilada.

Sin embargo hacía tiempo que no la usaba. Pero la sentencia andaba por ahí en el inconsciente y salió a la superficie hace unos días, al ver un comentario en redes sociales de un militante de izquierda. El influencer frenteamplista, haciendo gala de una lógica viciada por un fanatismo de tinte futbolero, refirió a lo mal que estamos económicamente los uruguayos por culpa del actual gobierno de Luis Lacalle Pou y cómo esa situación se ve reflejada en los viajes masivos que realizan nuestros compatriotas a la vecina orilla.

¿Estamos tan mal? ¿O lo que hacemos es ir a darle una probadita a esa vida mejor que, por ser más cara, aquí no está a nuestro alcance pero en Argentina se accede por chirolas? Es evidente que, si bien los hay, la mayoría de los uruguayos que cruzan el charco no son el pobre que va por pan al que le cantó Osiris Rodríguez Castillo. El uruguayo va a vivir experiencias que en un marco económico saludable como el nuestro no podría acceder.

La destruida economía kirchnerista permite que el uruguayo, por unos pocos dólares cambiados a miles de pesos argentinos, pueda gozar las mieles de un mundo mejor al que sus posibilidades personales le permiten, desde el entendido que un mundo mejor significa mejor calidad de productos y de servicios.

Almorzar afuera en Japón es carísimo. En Ruanda un regalo. ¿Es mejor la situación económica en Ruanda que en Japón? ¿Está mejor Argentina que Uruguay porque usted come como un bacán en Palermo Hollywood por una cuenta similar a la que le traerían en una pizzería del Cordón?

Lo que muestra la multitudinaria afluencia de compatriotas al hermano país son dos cosas: 1) Que el uruguayo tiene un margen de plata, mayor o menor, que puede emplear en ir a darse esos gustitos a Buenos Aires. 2) Que aunque tenga esa imagen de modesto, el oriental siempre quiere ir a más, lo cual es muy saludable. Desea disfrutar de eso que el dinero sí puede comprar. Ni salud ni amor. Las caravanas celestes llegan a Argentina con los Washingtons en el bolsillo en busca de una cena en un buen restorán, regada por buenos vinos y coronada por un delicioso postre con café y un licorcito de sobremesa. Del placer de dejar una suculenta propina al mozo que lo atendió. De ir a ver un buen espectáculo elegido dentro de la riquísima oferta que tiene la ciudad. De moverse en taxi y no en bondi, desayunar en el boliche y merendar en una cafetería de la calle Corrientes y después comprarse ese libro que aquí le salía carísimo. Seamos sinceros: a la depredada Argentina de hoy en día se va en busca de esa vida mejor que los hermanos del Plata ofrecen hoy en liquidación por quiebra.

La magia del blue, a la vez que empobrece a más del 50% de los argentinos, convierte a los uruguayos en millonarios por un rato. Y las eternas colas de autos para cruzar la frontera en Fray Bentos solo hablan de cuánta gente aspira a disfrutar esa vida mejor pero más cara. Todo lo demás que le quieran hacer creer, es cuento de los manijeros de siempre.

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