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¿Justicia social?

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Y los trabajadores de Conaprole se declararon, una vez más, en conflicto. Seguramente no sea una novedad para los lectores si en los últimos días fueron al supermercado o al almacén del barrio y comprobaron la falta de productos lácteos. Esto nada tiene que ver con la crisis del agua. El conflicto se desató en la planta de la empresa en ciudad Rodríguez, San José. Allí en palabras del sindicato de Conaprole, AOEC, además de la “tecnificación se pretenden imponer nuevas formas de trabajo”.

Conaprole importó una máquina de tecnología de punta, que permite envasar leche larga vida en cajas con tapas de rosca. Antes de traer el equipo, invitó a integrantes del sindicato a viajar a Argentina para que vieran su funcionamiento en plantas del vecino país. La nueva máquina necesita 21 operarios para su normal funcionamiento, mientras que con el sistema anterior se precisaban 32 personas. A los 11 trabajadores excedentes se le asignaron otras tareas en la misma planta. En ningún momento se habló de despidos.

El equipo incorporado aumenta la eficiencia del proceso y permite envasar la leche larga vida en cajas con un nuevo sistema de apertura. Antes se hacía en dos máquinas con 30 años de uso que estaban quedando obsoletas. Envasaban seis mil litros por turno, mientras que ahora se llega a los 15 mil litros en el mismo tiempo. De esta manera, Conaprole podrá abastecer con el producido de un turno el mercado interno y con lo logrado en el segundo destinarlo a la exportación.

El sindicato rechazó la incorporación de la nueva tecnología y el jueves pasado en asamblea resolvió “realizar tres horas de paro semanales, y la afectación de las exportaciones”, además de plantearle al Pit-Cnt que “ponga en agenda la negociación con la reducción de la jornada laboral sin pérdida salarial”. El nuevo conflicto se produce poco tiempo después de haber logrado un acuerdo con la empresa tras un enfrentamiento que se prolongó por seis meses.

Conaprole tiene 1.800 trabajadores efectivos y 200 zafrales. El sueldo más bajo de un operario es de $ 60 mil más beneficios.

Los tamberos que remiten su producción a las diferentes plantas en todo el país suman 1.700. El 50 por ciento de ellos son pequeños productores que han sido golpeados severamente por la sequía. Tienen entre 30 y 50 hectáreas y cuentan con un promedio de 35 vacas. La mayoría de ellos, deducidos los gastos cobran mensualmente $ 30 mil. En casi su totalidad se trata de familias. No conocen de horarios, ni de días libres y mucho menos de vacaciones. Saben que si no ordeñan sus vacas dos veces al día, (en la madrugada y en la tarde) y despachan la leche a las plantas, perderán su sustento y los animales se enfermarán. No hay excusas para no trabajar. Con lluvia, frío, calor agobiante y falta de agua, hay que cumplir con la tarea. Son el primer y fundamental eslabón de una cadena que asegura el trabajo a otras muchas familias. Es una relación muy desigual.

En lo personal, cuando escucho a los integrantes del sindicato hacer sus reivindicaciones, pienso en los pequeños productores. Ellos, lo único que tienen asegurado es que mañana cuando aún no haya clareado van a tener que ordeñar sus vacas. ¿Será esta la justicia social que los sindicalistas pregonan?

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Diego Fischer

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