Jóvenes diferencias

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Se ha ido demasiado lejos en la agenda feminista? Eso piensan muchos españoles y una buena cantidad de españolas. Es probable que la situación se repita en otros lugares, pero ¿tienen razón?

El 44% de los hombres cree que se ha avanzado tanto en la igualdad de género que ahora son ellos los discriminados. Entre los jóvenes de entre 16 y 24 años el porcentaje roza el 52%. También lo considera una de cada tres mujeres. Los números dan para pensar.

Otros, que hicieron menos ruido, también son sugestivos. Ocho de cada diez mujeres aseguran que la igualdad no se logrará “a menos que los hombres también luchen por los derechos de las mujeres”, una afirmación que sostiene el 74% de los hombres. Tan elocuente y necesario como obvio.

Casi la mitad de los hombres niega la existencia de una brecha salarial con respecto a las mujeres. Es posible que no se hayan enterado, entre otras cosas, de que el año pasado le dieron el Premio Nobel de Economía a una mujer al reconocerle sus pioneros estudios sobre los menores salarios de las trabajadoras.

Los datos españoles vienen a cuento de un artículo del Financial Times donde se reúne una serie de encuestas en diferentes países para concluir que en todos los continentes se ha abierto una brecha ideológica entre hombres y mujeres jóvenes. Ellos más conservadores, ellas más progresistas.

En Estados Unidos, las mujeres de 18 a 30 años son 30 puntos porcentuales más progresistas que los hombres. En Alemania también 30 y en Reino Unido, 25. No es solo un tema de Occidente. La distancia es todavía más pronunciada en países como Corea del Sur o Túnez.

El caso surcoreano tiene lo suyo: un cuarto de la población no está de acuerdo con que es esencial para la democracia que las mujeres tengan los mismos derechos que los hombres y un tercio afirma que los hombres deberían tener más derecho a un trabajo que las mujeres. La sensación oscila entre el escozor y el escalofrío.

“Siete años después de la explosión inicial del #MeToo”, asegura el Financial Times, “los datos de las encuestas muestran que en muchos países las diferencias ideológicas ahora van más allá de esta cuestión. La clara división entre progresistas y conservadores en materia de acoso sexual parece haber causado un realineamiento más amplio”.

Los datos van en línea con los de la organización Equimundo que recogió encuestas en 16 países para concluir que los hombres jóvenes a menudo expresan opiniones más conservadoras que generaciones mayores. Una hipótesis que manejan es que los más jóvenes, en particular los que no tienen hijos o pareja, tienden a ver la equidad desde más lejos.

En los países relevados las mujeres jóvenes exhiben posturas más progresistas sobre una diversidad de temas como la inmigración o la justicia racial. Aunque estos números deben ser tomados con precaución, sirven como indicadores de una tendencia que despliega un abanico peculiar.

La situación más común para los adultos jóvenes solía ser vivir en pareja con hijos. Hoy en día cada vez son más los que no pueden emanciparse y siguen viviendo con sus padres. ¿Puede ser ello un factor que incida en la mirada ideológica divergente?

Es válido preguntarse cuánto tiene que ver el rezago educativo de los hombres con respecto a las mujeres que en ciertos países acumulan más años en el sistema educativo. Cuánto tiene que ver la eterna dificultad de los varones para sacudirse los imperativos de una masculinidad fuerte con escaso espacio para hablar sobre sus sentimientos. Cuánto afecta que hoy los jóvenes pasen una creciente fracción de su tiempo libre frente a una pantalla y no en contacto con otros seres humanos.

Por si quedaban dudas de que no es un tema baladí, hay agencias de seguridad occidentales preocupadas por los incels, “célibes involuntarios”. Aunque esporádicos, ha habido casos de hombres que matan en venganza por sentirse rechazados por las mujeres.

No es necesario tal extremo para advertir que hay jóvenes que se sienten despreciados por el sistema. La creciente autonomía femenina ha descolocado a más de uno. El 61% de los hombres dicen que con frecuencia se sienten estresados o deprimidos por no tener suficiente trabajo o ingresos.

La popularidad de ciertas figuras en internet con actitudes misóginas es posible que exacerbe las actitudes de muchos jóvenes bombardeados por mensajes que les recuerdan sentirse culpabilizados por su género. Quizá sean reaccionarios por la sensación de estar perdiendo.

No se debate lo suficiente sobre la lucha de los jóvenes por adaptarse a las ideas cambiantes sobre la masculinidad. La sociedad ha virado a mayor velocidad que los hombres y ya no todos están seguros de qué se espera de ellos. La Asociación Estadounidense de Psicología emitió en 2019 un dictamen lapidario: “La masculinidad tradicional es psicológicamente dañina, socializar a los niños para reprimir sus emociones causa un daño que resuena tanto interna como externamente”.

Justificar la animosidad de los hombres hacia las mujeres por el avance de ellas es de una tibieza moral descorazonadora. La tesis del hombre oprimido es contraproducente, pero no escuchar su aullido conlleva riesgos. Deberá ser desarticulada porque el camino seguirá plagado de escollos y desvíos mientras el hombre aprende a reinsertarse en un mundo que, por suerte, no es el que era.

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