Ya he expresado más de una vez que los análisis políticos que hacen a la autocrítica por el desempeño partidario no deben hacerse en público ni, mucho menos, a través de medios de prensa. Esto no responde a un afán de oscurantismo, es simple estrategia.
No espabilar al adversario es básico, no discutir en público es de manual, y no generar brechas internas, una obligación. Ya vendrán momentos de más calma, propicios para los diagnósticos y para trazar nuevos rumbos de cara a las municipales. Además, con la proa puesta en 2029. Solo hay que ser un poco pacientes.
Sin perjuicio de lo mencionado, hay señales a ser atendidas. Hace poco escuché una bien importante.
En la ceremonia de Reconocimiento al Esfuerzo Exportador 2024 organizada por el BROU y la Unión de Exportadores, el presidente Lacalle Pou dijo: “Hasta me está gustando que me digan tibio, porque yo creo que el coraje hoy está en el centro” e hizo referencia a la dicotomía o eventual enfrentamiento entre mercado y Estado.
La corta pero sustanciosa intervención del presidente encierra a la vez un análisis y una proyección.
Un diagnostico que trae por tierra las posiciones de quienes han considerado tibio a este gobierno y un vaticinio en cuanto a que el partido en el Uruguay del futuro no se jugará por los extremos, sino precisamente en el centro del espectro político.
Uruguay es un país con una fuerte cultura política que -para bien o para mal- configura de manera clara el comportamiento y las expectativas de los principales actores.
La penillanura levemente ondulada de clima templado no solo es un dato geográfico, también es una realidad a ser atendida por la sociología, y por la ciencia política. Tiene más chance el que mejor interpreta, entiende, y sintoniza con las mayorías y, sobre todo, con aquella porción del electorado que es la que define.
Y a la que decide el resultado, precisamente, no le gustan los extremos.
Nuestro país, por las características referidas, nunca ha sido campo fértil para que aparezcan outsiders de cualquier color a invocar consignas disruptivas. Aquí nadie se enamora o mueve por los extremos. Uruguay es promedio. Reconocerlo no solo es inteligente, es como bien dice Lacalle Pou, solo apto para corajudos.
Porque andar a los gritos es fácil. Proclamar la estatización de todo lo que se mueve o la privatización de todo lo público, son recursos facilongos. Lo difícil es transitar por la delgada línea del entendimiento, por el equilibrio que significa ser pragmáticos sin olvidar los valores.
Por eso, en este momento en el que aún sangramos por la herida, no conviene hablar, no es prudente discutir ni concluir en recetas sencillas. No es más a la derecha o más a la izquierda. La vida política es compleja.
Nada es dos por dos: cuatro, cuando se trata de cultura política y de estrategia electoral.
Comienza un nuevo tiempo, distinto a lo que conocimos. Nuestra principal obligación como blancos es cuidar del sagrado instrumento: el Partido Nacional, curar, cargar las pilas, y prepararnos para marchar detrás de un liderazgo que con el coraje de hacer lo que se debe, en forma práctica, prudente, moderada, por el centro, nos ponga en carrera nuevamente.