Identidad Republicana 2.0

En columnas anteriores sugerí que la Coalición Republicana necesita avanzar hacia una segunda fase, que llamé Coalición Republicana 2.0. También reflexioné sobre algunos asuntos acerca de los cuales es necesario tomar decisiones. Mencioné, por ejemplo, la necesidad de determinar el modelo de organización política que se dará, la arquitectura institucional para funcionar o los instrumentos más adecuados para competir electoralmente.

En particular, mencioné la necesidad de explicitar su identidad. Esto es el conjunto de valores, convicciones filosóficas e ideales compartidos por los partidos que la integran y por los ciudadanos que adhieren a ella. Son unos conceptos que ya existen, que nos han acercado y nos han unido. Son los conceptos que orientaron al gobierno de la coalición y que están en la base de cómo nos posicionamos ante los diferentes temas de la agenda política y social. Son los conceptos que nos dicen quienes somos y, por contrapartida, quienes no somos.

La identidad de un partido político no se define en una reunión ni la diagraman los dirigentes. Se construye lentamente en la acción. Es un material que se va forjando en la praxis. Muchas veces resulta de comportamientos ejemplares, y otras de cómo se respondió ante situaciones extraordinarias. Son los valores y los ideales que, sin ser conscientes de ello, compartieron un día quienes estuvieron en la misma trinchera; y que después los hermanó como comunidad política. Son sentimientos que emergen en los momentos épicos, pero también en situaciones menos glamorosas.

La identidad republicana se fue forjando a lo largo del siglo XX, y ha terminado de consolidarse en su primera experiencia de gobierno. La nuestra es una identidad en la que conviven matices liberales y conservadores. Es una identidad que no se define en función de la perimida dicotomía entre izquierda y derecha, sino en función de valores e ideales. Es el punto donde convergen las identidades colorada, blanca e independiente.

Es por ello que, cuando hablo de explicitar la identidad de la CR, no me refiero a construir una. De lo que hablo es de la tarea de reconocerla, describirla y documentarla. Es poner en blanco sobre negro esos valores, convicciones e ideales. Veamos algunos de ellos. Los republicanos adherimos firmemente a los principios de la democracia liberal. Defendemos a muerte el estado de derecho, la separación de poderes, la libertad de opinión, la igualdad de todos ante la ley, las elecciones completamente libres y la democracia representativa. No aceptamos la tergiversación de estos principios o su relativización, y nunca nos alinearemos con quienes los violentan (ni aquí ni el mundo).

La forma como interpretamos la relación entre individuo y estado es otro elemento que nos identifica. El concepto de libertad responsable, que popularizó Lacalle Pou, sintetiza nuestra confianza en el individuo. Mientras la izquierda exigía encerrar a los ciudadanos porque no confía en ellos, el gobierno de la CR apostó al uso responsable de su libertad.

Compartimos la misma visión sobre la función del estado. Algunos seremos más estatistas que otros, pero todos creemos que el estado es un instrumento al servicio de los ciudadanos, no un fin en sí mismo. Creemos que un estado justo es el que resuelve los problemas de los ciudadanos; no el que les pone trabas, los mata a impuestos y les da malos servicios.

También nos une la forma como interpretamos el concepto de justicia social. Mientras que para el FA la justicia social es eliminar desigualdades, para nosotros es generar igualdad de oportunidades.

Somos pluralistas por convicción. Para nosotros el rival político es un competidor, no un enemigo. Podemos ser duros al competir, pero aceptando la legitimidad de nuestros adversarios. Estamos a favor de la coexistencia de miradas diferentes sobre sobre los temas de la agenda social, y en contra del imperialismo de lo políticamente correcto. Nos oponemos al dogmatismo y al fundamentalismo, piedras angulares del totalitarismo.

Compartimos la idea de que los sindicatos están para defender los derechos de los trabajadores y no para limitar la libertad de trabajar. Creemos en sindicatos verdaderamente autónomos de los partidos políticos. Para consolidar la CR, y convertirla en una herramienta para competir y gobernar, es necesario que hagamos explícita nuestra identidad republicana.

Por el lado de los partidos, esa identidad orientará la forma como la coalición interpretará y se posicionará ante los principales temas políticos, económicos y sociales. Será la brújula que permitirá imaginar juntos el país del futuro. Será el denominador común que facilitará la construcción de acuerdos programáticos. Será también un espacio simbólico que permitirá dar forma a una comunidad política con personalidad propia, donde cada partido mantendrá su identidad, pero ya no como algo aislado, sino como componente complementario y sinérgico.

Por el lado de las personas, esa identidad servirá para generar pertenencia y para consolidar una masa de ciudadanos “coalicionistas”, con independencia de si adhieren a alguno de los partidos o si adhieren a la coalición como espacio político. La CR necesita construir una base electoral que adhiera al conjunto. Aprendamos de nuestros contrincantes. La adhesión al FA como espacio político es una de sus principales fortalezas: el frentista se mueve dentro de la oferta electoral del FA, pero siempre dentro de ella. La CR necesita crear también una adhesión racional y emocional de ese tipo. En los partidos, como en todo tipo de organizaciones, la adhesión y la pertenencia dependen fundamentalmente de que las personas se identifiquen con sus valores, sus ideales y el norte hacia el que apuntan.

La identidad republicana ya existe. Pero es necesario reflexionar sobre ella, explicitarla y proclamarla.

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