Honor para la causa

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Anibal duran hontou
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Prematuramente se hablan de candidaturas. Todos, sin excepción. La prensa se hace eco. Es inevitable, por más que la cantinela es “no es tiempo de hablar de esas cosas”, que NO lo es.

Pero entrando en materia, me sumo a dar opinión sobre el tema. Tiempo atrás me refería con el título “mezquinos o virtuosos” a la conducta que estimaba y estimo deberían tener los precandidatos de cara a la elección nacional.

Los países nórdicos, entre tantos, consensúan un programa de gobierno, oficialismo y oposición y eso rige durante muchos años. Habrán matices y la impronta del primer ministro de turno será distinta. Pero hay rumbo. Centrarse en los problemas medulares del país y hacer propuestas concretas de cara a ello. Dejan de lado la diatriba y el eterno palo en la rueda.

Cuando eso pasa, carente de un fundamento sólido, la actitud es espuria, mezquina, antipatriótica. Los ejemplos cunden en nuestro país.

Es menester nombrar gente preparada, con visión de empresario muchas veces, con experiencia de gestión, versado en el tema que ocupará.
En términos generales aquí nos manejamos con mucho amateurismo, priorizando adhesiones partidarias o afectos personales y desde ya que el sayo les cabe a todos los partidos políticos.

¿Con qué rigor los gobiernos de turno eligen a sus ministros o directores de empresas públicas? ¿Qué profesionalismo se les exige? ¿Se conoce la idoneidad que tienen para desempeñar la tarea? ¿Se sabe si han manejado empresas alguna vez?

Ejemplifico con las empresas del Estado (las “nuestras” como gusta decirse), hay que liderarlas, gestionarlas, asumir responsabilidades.

Es válido interrogar ¿cómo puede designarse al frente de estas empresas a ciudadanos que nunca manejaron siquiera un comercio o peor aún, nunca tuvieron la responsabilidad de gerenciar un equipo de dos personas en ninguna empresa y aquí tiene que lidiar con miles de funcionarios públicos?

Es determinante aportar preparación, gestión, liderazgo, aspectos en los cuales nuestro país tiene una marcada carencia. Cuántas veces hemos visto que se nombra a algún ciudadano ministro o sobre todo, director de un ente, porque dicho ciudadano postulado a un cargo legislativo no salió legislador, entonces se le “premia” con la dirección de la empresa. ¿Eso no es actuar con mezquindad?

Esta forma de proceder además de revelar signos inequívocos de subdesarrollo, manifiesta un problema cultural gravísimo. El ser gerente/ejecutivo es una disciplina profesional que debe aprenderse y obviamente le cabe a los directores de empresas públicas.

Peter Drucker escribió en cierta ocasión: “Creemos que gran parte de la incapacidad de Latinoamérica para crear progreso económico y social se debe a un déficit de habilidades gerenciales en la empresa, la política, la sociedad”. Y agregaba que esta sociedad no es subdesarrollada, sino subadministrada. Será un lugar común, pero hay que apostar a la excelencia y mucho más en el mundo competitivo que vivimos.

En el manejo de la cosa pública es imperioso cambiar la forma de proceder, se debe ser riguroso con los nombramientos, estrictos y probos con los procedimientos. No deben primar intereses furtivos, donde se premia a alguien por su adhesión política o su esfuerzo en la captación de votos. El fin debe ser mejorar a los mejores y darles las responsabilidades que competan.

Seguramente este procedimiento sea objetado por aquellos para quienes la mediocridad universal es un precio que vale la pena pagar para obtener igualdad social.

La democracia no debe reducir a las personas y sus logros a un común denominador; por el contrario, debe elevarlas lo más cerca posible del ideal.

Como si no bastara, no olvidemos además que vivimos en una suerte de “apagón moral”, donde todo se relativiza y los buenos valores caen en desuso. O comenzamos a revertir o el futuro lo tendremos opaco.

Por suerte aún tenemos héroes morales que persisten en conductas virtuosas y no apagan esa antorcha ni aún en la más densa oscuridad ética. Héroe moral es el Presidente de la República, donde se podrá disentir con él en medidas que haya adoptado, pero que viene mostrando una sensibilidad y responsabilidad para el cargo, que ignoro si será por su juventud, pero ha dejo atónitos a tirios y troyanos. Héroe moral debe ser el próximo Presidente de la República; da mérito a ello, la causa.

Abogo para que todos esos nombres que ya pululan como precandidatos, todos conocidos, hagan un proyecto que sea una causa nacional.
No vendamos espejitos de colores y ditirambos para la tribuna. No menospreciemos la capacidad de la gente. Por supuesto ayudemos al desvalido, pero apuntalemos al que crea empleo genuino y da fuentes de trabajo, el empresario y guardemos el dedo índice acusador, arrogante y altanero, para dar paso al acto de contrición.

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