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Grupo Wagner, fuga y misterio

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Si en Bielorrusia Yevguení Prigozhin no muere envenenado o cayendo misteriosamente de un balcón, significará que ha logrado salvar su sociedad con Vladimir Putin. Si no lo logra, agentes del FSB ruso o del propio aparato de inteligencia bielorruso, todavía llamado KGB, harán con el creador Grupo Wagner lo que el jefe del Kremlin hizo con todos los que osaron enfrentarlo.

La pregunta es por qué el asenso vertiginoso del “oligarca” se convirtió sorpresivamente en estrepitosa caída. ¿Qué llevó al creador de la más poderosa empresa privada de guerra a lanzarse contra la cúpula militar rusa, en lo que acabó siendo un salto al vacío?

Prigozhin puso a Rusia en la cornisa de la guerra civil cuando lanzó una marcha triunfal sobre Moscú, pero poco después se replegó de manera bochornosa. ¿Cuál era su plan para derrotar a la cúpula militar rusa y por qué fracasó?

En Rusia las conspiraciones tienen muchas capas y sus causas y razones reales siempre quedan en el misterio, pero una hipótesis sobre lo ocurrido sería la siguiente: el ejército de mercenarios tenía mas conocimiento del escenario ucraniano que el ejército ruso, porque la invasión había comenzado mucho antes de que se la diera por iniciada. En el 2014, Putin introdujo en el Este de Ucrania miles de efectivos Wagner, que se camuflaron de milicianos separatistas del Donbás y protagonizaron los combates contra el ejército ucraniano.

Cuando en febrero del 2022 transpuso la frontera el ejército ruso, los mercenarios y sus jefes ya conocían el terreno. Por eso en este año y medio de guerra abierta, el Grupo Wagner ha obtenido resonantes victorias militares. Esos éxitos acrecentaron las demandas de Prigozhin al Ministerio de Defensa en materia de armas y municiones. También produjeron la primera anomalía: el jefe de los mercenarios asumió el rol de comunicador de la guerra, dando conferencias de prensa y subiendo a las redes videos donde explicaba los pormenores del conflicto.
Este insólito estrellato molestó al ministro Serguei Shoigu y al jefe del ejército Valery Gerasimov, quienes le retacearon aún más las armas y las municiones que pedía.

Como efecto de ese retaceo, Progozhin aumentó su centralidad y multiplicó sus escénicas apariciones, ahora criticando a la cúpula militar rusa. El tono de los cuestionamientos fue subiendo hasta volverse ataque liso y llano, con insultos y acusaciones.

La victoria del Grupo Wagner en la cruenta batalla de Bakhmut hizo que Yevgueny Prigozhin se sintiera como Julio César al conquistar las Galias. Por eso pasó de la guerra verbal a la guerra real contra el generalato y el Ministerio de Defensa de Rusia. Y lanzó su marcha sobre Moscú con la misma convicción con que Mussolini lanzó su “Marcha sobre Roma” en 1922.

Confiaba que Vladimir Putin echaría a los generales Shoigú y Gerasimov para darle el control militar a él, del mismo modo que Vittorio Emanuele III de Saboya dejó caer al primer ministro Luigi Facta para entregarle el poder al Duce.

Moscú le abriría las puertas a sus mercenarios como Roma se las había abierto a los camisas negras del movimiento fascista. Pero Putin no actuó con Prigozhin como lo hizo el último rey de Italia con Mussolini. Y cuando ese criminal enriquecido a la sombra de Vladimir Putin que se había levantado en rebelión cayó en cuenta, giró en U y se replegó de una manera vergonzosa.

El dueño del Grupo Wagner pasó en un santiamén de conquistador en marcha triunfal, a bandolero en fuga. ¿Por qué? Porque su posibilidad de triunfo no estaba en el poder de fuego de sus tropas, sino en la actitud que asumiera el presidente. Y comprendió que marchaba hacia el abismo cuando, en el atardecer del sábado, apareció Putin acusándolo de “traición”, equiparando su rebelión con “una puñalada por la espalda” y prometiendo que los insurrectos serían “aplastados”.

Si en la disyuntiva en que se encontraba, Putin optaba por Prigozhin, entonces las tropas de Wagner podían llegar a Moscú y enfrentarse directamente con la cúpula militar. De otro modo, al Kremlin le alcanzarían algunos escuadrones de aviones bombarderos para lanzar desde el aire un ataque devastador sobre la caravana que avanzaba por una ruta hacia la capital rusa.

Por más tanques, tropas y armamento pesado que lleve esa caravana, si va por una ruta sin protección aérea, puede ser aniquilada por escuadras de bombarderos y enjambres de helicópteros artillados.

A la batalla contra Shoigú y Gerasimov, el jefe del ejército mercenario primero debía ganarla en la cabeza de ese amigo y artífice de su poderío, Vladimir Putin. Pero el presidente entendió que si optaba por Wagner, el riesgo de que sus generales se levantaran en armas y estallara una guerra civil, era inmenso. Por eso optó por sus generales.

Para que el episodio finalizara pronto y sin choques entre fuerzas rusas, aunque la sublevación de Prigozhin dejó a la vista caos en la estructura de poder y debilidad en el liderazgo de Putin, el Kremlin le ofreció un exilio dorado en Bielorrusia.

Falta ver si se da por vencido y procura salvar la sociedad con Putin que tan rico y poderoso lo hizo, o si, como tantos otros que desafiaron al líder Ruso, Prigozhin termina envenenado o cayendo misteriosamente de un balcón.

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