Globalistas contra patriotas

En vez de pensar el escenario político desde el eje izquierda-derecha, hay que empezar a concebirlo desde la contraposición entre patriotas y globalistas: esto es lo que puede deducirse del libro publicado el año pasado, “Globalismo: Ingeniería social y control total en el siglo XXI”, del intelectual argentino Agustín Laje.

El globalismo es una ideología que fija pautas a través de agencias internacionales coordinadas cuyos discursos son sobre todo reproducidos luego por las izquierdas locales. La agenda 2030 de ONU ha sido un típico ejemplo: a partir de un diagnóstico completamente ideologizado que dice erigirse sobre inapelables bases científicas o técnicas, ella define y fomenta políticas públicas que abarcan temas tan amplios y relevantes como el medio ambiente o la matriz energética, pasando por la demografía hasta las políticas sobre parentalidad.

Aunque parezca que todos esos asuntos nos son ajenos, apenas se presta atención resulta en verdad que este globalismo se nos ha esparcido por todas partes. Algunos ejemplos: hace más de una década que la política de control de natalidad, que ha bajado radicalmente los nacimientos en el país, sigue completamente los lineamientos globalistas; toda la interpretación hegemónica de los resultados del censo de 2023, que se place de nuestro estancamiento demográfico y esconde el éxodo internacional de decenas de miles de uruguayos, obedece a la ideología globalista; las iniciativas feministas radicales, que procuraron la cuota igualitaria en elecciones o que modificaron el sistema penal quitando garantías de justicia elementales para los hombres, fueron atizadas por agencias especializadas de ONU; y todo el desarrollo de energías alternativas que de ninguna manera dan seguridad energética a las necesidades firmes y baratas que precisamos para crecer económicamente, han sido promocionadas con éxito por la conjunción de intereses sectoriales particulares y discursos medioambientalistas ideologizados.

Hace poco, un informe metodológicamente paupérrimo de ONU Mujeres pretendió hacernos creer que casi no existen falsas denuncias de violencia doméstica. Por delante, el globalismo pretende modificar nuestro régimen de casamientos de personas entre 16 y 18 años, de manera de que no baste su voluntad y la de sus padres, sino que además deba intervenir un juez para autorizar ese tipo de matrimonios. Sin embargo, ningún juez se ha precisado para autorizar los parches subcutáneos, promovidos por estas agencias internacionales para evitar embarazos, y que hace una década que están disponibles a partir de la adolescencia. Y esto es así porque el objetivo malthusiano globalista siempre es el mismo: bajar la población mundial a toda costa, porque el planeta peligra. Sí, así de disparatado y extendido es el discurso ideológico en el que estamos metidos.

Buena parte del problema es que las políticas de este globalismo difuso no son debatidas por nuestra democracia. Se imponen a pesar de que la representación política sirve para que se estudien y ventilen las distintas posiciones sobre estos asuntos. La izquierda adhiere hace mucho tiempo a todo lo que es fijado desde el globalismo internacional. Infelizmente, ni blancos ni colorados defienden con vigor hoy las posiciones del campo patriota.

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