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George Washington (1732-99)

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MATÍAS CHLAPOWSKI
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Fue el primer presidente de los Estados Unidos de América. Su imagen adusta y seria, la grabada en el billete de un dólar y la que hemos visto a lo largo de nuestra vida en museos e incontables reproducciones, la conocemos.

Pero, poco se sabe de cómo y por qué Washington llegó a ser quien terminó siendo y cómo forjó su destino.

Nació en Virginia, una próspera colonia inglesa, el mayor de la segunda tanda de hijos de Gus, un viudo y Mary Ball. Con Jane Buttler, su primer mujer, tuvo cuatro hijos de los cuales dos sobrevivieron la infancia. El mayor, Lawrence medio hermano de George (le llevaba 16 años) jugó un roll importante al morir el padre de ambos, cuando era un niño de 11 años. Antes de eso (Gus), dueño de varias plantaciones de tamaño medio, cultivaba tabaco con la ayuda de unos 20 esclavos. Inquieto como empresario, trató de montar una fundición de hierro que no prosperó.

Al quedar huérfanos de padre, las propiedades se dividieron por estirpe. Law-rence se había casado con una mujer de medios cuyo padre y suegro, William Fairfax pertenecía a una poderosa familia que tuvo una influencia muy positiva en el desarrollo del joven George.

De niño recibió educación en su casa y mostró aptitud para matemática, además leía ávidamente y gustaba de adquirir cono-cimientos. Era ordenado, responsable y para nada rehuía trabajar en las fincas de las cuales, de pequeño se sentía patrón. Por las crónicas sabemos que su madre era exigente, trabajadora y cascarrabias. El pueblo norteamericano, aparte de su obvio mérito, le debe otro gran favor. A los 12 años Washington, haciendo mandados vio en el puerto, no lejos de su casa, una fragata inglesa, buscando tripulación. Acto seguido, se enroló como aspirante de oficial. Afortunadamente GB no estaba en conflicto, por lo que el capitán de la nave tuvo la cortesía de pedir la anuencia de la madre, dada la edad del joven. Luego de consultar con Lawrence y los Fairfax, Mary no consintió.

Podríamos decir que George tuvo poca infancia. Adoleció de tiempo libre. La cosa era arrimar el hombro y poco espacio para los juegos. Siempre se levantó al amanecer. Después del desayuno, las botas y a montar. Su recorrido eran unos 35 kms. diarios, visitando las 5 fincas para supervi- sar labores y hacer traba-jos, dando ejemplo y enseñando.

Podría ser que desde temprana edad, la responsabilidad que sentía por su familia quizás no fuera un peso sino más bien un desafío para mejorar su des-tino. Era ambicioso, alto, fuerte de hombros angostos, caderas anchas y poderosos muslos. Tenía poca paciencia con los holgazanes. De jovencito supo dar órdenes, verlas cumplir, dar reprimendas e impartir castigos de ser necesario.

Su exitoso hermano Lawrence, a quien admiraba y quería, entre sus varias ocupaciones era agrimensor. Le enseñó el oficio que podía ser muy redituable en aquellos años de gran expansión territorial. A los 17 años George obtuvo el codiciado titulo que le valió la oportunidad de cobrar bien, conocer campos, sus características y bondades y pudo aprovechar situaciones puntuales para invertir. Además, el apreciar la topografía le sería útil cuando militar. Hubo un cambio de roles entre estos hermanos. Lawrence se enfermó de tuberculosis y no mejoraba y decidió probar suerte en Barbados. Había allí una renombrada clínica que trataba estos males. George se ofreció a acompañarlo. El viaje fue terrible y largo y se enfermó de viruela además de sufrir una pulmonía. Cualquiera de estas hubieran podido acabar con él. Pudo reponerse y volver a casa (*) luego de varios meses. Lawrence lo siguió, finalizado su tratamiento que lamentablemente no dio resultado. En su testamento Lawrence le encomendó a George varias mandas de administración y tutoría. Además, de morir su mujer y sus hijos sin descendencia, legaba sus (cuantiosos) bienes, a su hermano George, cosa que así ocurrió.

A los 18 años ya era dueño de unas 1.000 has. de plantaciones de tabaco y maíz que las hacia rendir. Quería sin duda emular a los Fairfax. Poseer buenas tierras y trabajarlas era el camino y le gustaba hacerlo. Entonces ello requería esclavos y crédito, lo último lo negociaba con sus agentes en Londres a quienes vendía tabaco y compraba suministros para la plantación, telas y muebles para la casa que iba ampliando y ropa. Era elegante, un rico de poca liquidez, como muchos estancieros. Resentía ser deudor y también aconsejaba no tomar prestado.

Haciendo prospección en tierras del valle del Ohio, muy alejado de sus lares, se topó sorpresivamente con un fortín francés. Volvió lo más pronto que pudo a Virginia para informar al Gobernador, quien consultó a Londres. La respuesta fue invitarlos a desalojar o echarlos por la fuerza. Washington se ofreció a entregar el ultimátum. Ese mismo día -a mediados de noviembre- recogió a un intérprete que hablaba francés y a caballo iniciaron un periplo de unos 1.300 kms. sin caminos, acompañados, al comienzo por cuatro indios. Venciendo múltiples contratiempos y nevadas, regresaron a pie a mediados de enero, para informar que los franceses no pensaban irse. Se postuló para ir a echarlos.

A los 22 años ya era Coronel de las milicias. Fueron esos los prolegómenos de La Guerra de los 7 Años, que en Norteamérica llamaron "The French and Indian War".

Ya de joven inspiraba respeto y transmitía dignidad. Observaba, tenía iniciativa, hablaba poco, administraba el silencio como herramienta de autoridad. Ayudaba el ser valiente. Natural o actuado, trasmitía seriedad y parecía tener siempre objetivos a lograr en su vida. Pronto entró en la masonería y formó parte del parlamento de la colonia. En 1759 se casó con Martha Dandrige Custis una atractiva viuda, rica, inteligente, baja y gordita con dos hijos al pie, con la cual compartió una larga y feliz relación.

Así comenzó lo que vino después.

(*) Mount Vernon, Va.

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