Fratricida y electorera

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danilo arbilla
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La peste en su variante ómicron, en apariencia menos letal pero decididamente muy contagiante ha devenido en todos lados en causa de enfrentamientos internos, cuasi fratricidas, y en bastardas pancartas para maniobras electoreras e ideológicas.

La confusión no es chica.

Lo del tenista Novak Djokovic impedido de ingresar a Australia por no estar vacunado, es bien interesante al respecto.

Novak viajo para participar del Abierto de Australia.

Pero la ley es la ley y las reglas hay que respetarlas. La autoridades del tenis mundial apelaron indicando todo lo que ello implicaba para el torneo, por tratarse del numero uno y además ganador el año pasado. El juez australiano Anthony Kelly fue categórico: “La cola no va a mover al perro”, sentenció.

El español Rafael Nadal, otro grande, realista y bien ubicado, simplificó el tema: “Lo único claro es que si te has vacunado, puedes jugar en cualquier parte”.

Es eso. Sería lamentable que los australiano hicieran caso omiso a las reglas y resolvieran una excepción, un privilegio. Por supuesto de Djokovic esta en todo su derecho a no vacunarse. Pero eso no quita lo otro. En las redes la discusión va por todos y cualquier lado: “Entre jugar el torneo y la libertad, Novak eligió la libertad”. Nada que ver: cada uno es libre de no vacunarse como de vacunarse. Hace 15 años que me vacuno contra la gripe y tengo la del tétano vigente hasta siempre, y lo he hecho porque yo lo he decidido, nadie me ha obligado ni me lo ha impedido.¿Qué tiene que ver con la libertad de cada uno?

Hay también una cuestión de derechos; la libertad y los derechos de cada uno solo están limitados por la libertad y los derechos del otro. Y sanseacabó.

Y entre los principales derechos del individuo esta el derecho a la salud. Entonces es que se plantea un conflicto, que no debería ser tal: simplemente respetar el derecho y las libertades de cada uno. Y el estado, las autoridades, deben limitarse a garantizar esos derechos individuales .

Yo no acepto visitas de quienes no están vacunados. Están en su derecho y yo también. Y no he perdido amigos por ello. Tampoco concurro a restaurantes, actos o eventos en que puedan ir tanto vacunados como no vacunados y me parece lógico y legítimo que cada propietario u organizador tome las providencias, no cuidando mi salud -en todo caso eso corresponde a las autoridades cuando existen fundamentos validos- sino cuidando sus propios intereses. Lo único que reclamo sí es que se me informen cuáles son las reglas y yo decido con total libertad lo que hago.

Es llamativo como se hace tanto ruido, y se piden tantos informes y señalan críticas -aquí mucho influye lo electorero o intenciones mas sucias incluso- a medidas que en definitiva son menores a las que rigen respecto al cigarrillo o al tabaco, por ejemplo. En cuanto fumador entiendo y respeto las limitaciones existentes para proteger a aquellos que no fuman. Ahora, de ahí a que se me agreda con mensajes burdos e irrespetuosos como si uno no fuera adulto o fuera estúpido y no supiera lo que hace o que se me esconda la sal o se me controle en qué gasto mi sueldo, ya es otra cosa: se trata de la tentación totalitaria.

No es extraño que quienes imponen y defienden medidas de ese tipo pidan cuarentenas obligatorias, vacunas rusas o especie de tarjetas de racionamiento.

Lo dicho: ya es la otra cosa.

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