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Villa Biarritz

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FRANCISCO FAIG
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El parque Villa Biarritz es una de las zonas más coquetas de Montevideo. Pero es también una metáfora terrible del martirio que es la vida cotidiana en la capital.

Los males que aquejan al entorno de ese parque son tan variados que resultan insólitos. Martes y sábados hay feria, con lo que ello conlleva de ruidos por la noche, movimiento y más ruidos durante el día, dificultades para estacionar para los vecinos que residen en el entorno del parque y, por supuesto, mugre esparcida por doquier y que muchas veces permanece allí por días. Si bien hay cuadrillas de limpieza que recorren el parque esas tardes, lo cierto es que nunca queda del todo limpio, entre otras cosas porque el parque no cuenta con una cantidad suficiente de papeleras como para incitar a la gente a tirar la basura donde se debe.

La mugre acumulada permanece en el parque y perjudica el esparcimiento de los niños. El espacio de recreación que allí se encuentra está muy por debajo de la calidad que se verifica en cualquier barrio de otras capitales de la región, como por ejemplo en Santiago de Chile, pero a la vez es muy superior a lo que los vecinos de todo Pocitos-Punta Carretas pueden acceder en cualquier otro espacio parecido en toda la zona (cuyos estados de mantenimiento son, además, una vergüenza). Eso lleva, claro está, a una aglomeración de familias con niños en Villa Biarritz, lo que resiente la limpieza del parque y la calidad del esparcimiento.

¿Qué decir de los ruidos? Insólitos. El funcionario municipal que corta allí el pasto utiliza un aparato con un motor de altísimos decibeles: es decir, uno de los que más ruido hace es el propio municipio. Además, hay decenas de jóvenes que se juntan por la noche en el parque a socializar con música fuerte y a los gritos, lo que obviamente perturba el descanso de los vecinos. Sin contar que entresemana y luego de las 22 horas hay batucada bien fuerte, para que el repique de tambores llegue a cada rincón de los numerosos apartamentos que rodean al parque. La feria suma lo suyo, claro está, y no faltan las peleas a los gritos, y a veces con grave violencia física, entre los diferentes cuida-coches que, instalados en el parque, siempre solicitan su estipendio por sus tareas.

Es cierto que hay barrios en la capital en los que los problemas son mucho más graves que ruidos agresivos y casi que constantes, mugre asquerosa por todas partes, falta de servicios decentes para pasear con niños, y una relativa inseguridad en sus calles. Y es cierto también que los que viven en Villa Biarritz, que conocen de memoria todo lo aquí narrado, son pocos numerosos en comparación con la población total de la capital.

Sin embargo, esta zona no solamente es urbanísticamente muy bonita, sino que es también de las más caras de Montevideo. Lo que aquí se describe es pues la urbanidad cotidiana de una parte de las clases más acomodadas del país que, a pesar de que sufren todo esto desde hace muchos años, no han logrado que nada cambie. En concreto: no tienen, ni cerca, la calidad de vida que disfrutan cualquiera de sus pares económicamente privilegiadas de la región.

En el Uruguay clasista y resentido no queda bien hablar de los más ricos. Pero esta postal de Villa Biarritz habla mucho del país que aceptamos tener.

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