Publicidad

Feminismo, Cabildo y el peligro

Compartir esta noticia
SEGUIR
martín aguirre
Introduzca el texto aquí

La expresión facial de las dos o tres personas a las que comentamos el tema de este domingo, revela hasta dónde hemos llegado.

Es que meterse a opinar sobre lo ocurrido en la marcha del lunes, o de cualquier cosa que se relacione con el feminismo, despierta pánico en el mundo de los medios. Pero entre que a este autor le cuesta levantarse un sábado de mañana a escribir de bueyes perdidos, y que la marcha del lunes generó hechos desafiantes, era imposible evitarlo.

La cuestión es que, incluso con una situación sanitaria en su peor momento, miles de personas se juntaron en 18 de Julio con sus carteles y arengas para reclamar por los derechos de la mujer. Fueron los grupos intensos de tono amenazante, fueron (menos) las mujeres de a pie, para quienes esta fecha tiene un rol catártico. Y también las que van de pasada a sacar alguna fotito para el Instagram.

Mínimo paréntesis: no deja de ser llamativo que varias dirigentes “sociales” que se indignaban si se sugería no marchar por la pandemia, hace un año, instaban a cacerolear, exigiendo cuarentena.

Pero el episodio que robó comentarios fue la agresión a una periodista del 10 y la salida de Blanca Rodríguez, diciendo algo como que “la gente tiene derecho a que no estemos”. Tan poco feliz que después la propia Rodríguez aclaró que no significaba que la prensa solo debía cubrir los eventos donde era bienvenida.

Pero el hecho pone sobre la mesa dos o tres temas que cada año revolotean en estas fechas.

El primero es el más evidente. Si bien se ha avanzado en igualdad de oportunidades (no de derechos, porque esos ya están en la Constitución, que no discrimina entre hombre y mujer), sigue habiendo mucho que mejorar. Lo mismo que en la tremenda ola de violencia contra la mujer, cuyos números deberían ponernos rojos de vergüenza a todos.

El segundo tema, ya más delicado, es que este movimiento empieza a mostrar síntomas de dolores de crecimiento. Se ha potenciado tanto en estos años, que en su seno hay nichos complicados. Desde los que rompen vidrios, o atacan iglesias (¡en Uruguay!), hasta los que hacen esos “actings”... A ver, cada uno hace lo que quiere, en tanto no viole derechos ajenos. Pero, ¿cuántas mujeres de las que marchan se sienten cómodas con que la atención se la roben unas señoritas que aúllan consignas sobre las brujas del siglo XV? ¿O que salen con planteos de dominación marxista, que hacen que el Dr. Salle parezca Tony Blair?

El movimiento feminista actual parece mostrar síntomas similares a los que padece Cabildo Abierto. Creció tanto y tan rápido, que es imposible saber bien quién marcha al lado. Además de que hay cosas que al principio pasan como exóticas y divertidas, pero que en algún momento ese exotismo le empieza a jugar en contra a la seriedad de la causa.

El tercer gran tema que puso sobre la mesa todo esto tiene que ver con la mirada de la sociedad sobre estos movimientos. Y que se vincula con la forma en que los medios los mostramos.

Pocos temas como el de este nuevo feminismo dejan en evidencia la forma en que la comunicación confunde fines con medios. La mayoría de las coberturas hace tiempo que dejaron de lado toda pretensión de rigor, para entender que como el fin es compartible, se justifica abandonar cualquier equilibrio. Informativos que comienzan con su presentador en una marcha, comunicadores que se visten como exigen los activistas, periodistas que dictan sentencias más que hacer preguntas... Ya llegamos al límite cuando se puede aceptar la violencia contra una “notera” a la que cuatro encapuchadas echan de un acto público, en un espacio público, con claros elementos de violencia privada. Delito que, desde ya, ningún fiscal consideró investigar.

Vamos a ser peleadores... ¿Usted se imagina qué hubiera pasado si eso sucedía en una marcha de Cabildo Abierto?

Menos cuestionable es que la periodista afectada dijera: “Mi dolor pasó por no poder dar el mensaje del 8 de marzo”. Uno hubiera imaginado que estaba allí para mostrar a la audiencia un hecho de interés público, no para pasar un mensaje, pero hay que ponerse en su lugar, ante semejante situación.

Hay una cosa de fondo que a quienes toman estas posturas les cuesta ver. Y es que este tipo de mirada mediática condescendiente, y que perdona las preguntas obvias que se haría a cualquier movimiento social (¿qué quieren? ¿Cómo lo piensan lograr? ¿Qué resultado están teniendo las medidas que exigieron y se han ido tomando?), no deja de ser una postura paternalista. Y que lejos de contribuir de alguna forma con la causa, la envilece al evitarle enfrentar sus propias contradicciones.

Pero en una sociedad donde todo es cada día más blanco y negro, donde o se es esbirro de Soros y agente de la agenda de derechos por un lado, o facho defensor del patriarcado del otro, pedirles que las emboquen todas a quienes viven caminando por la cada vez más fina línea del medio, resulta un poco injusto.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

premiumMartín Aguirre

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad