Extrañando a la ley de lemas

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Puntualicemos: el numeral 5º del art. 77 de la Constitución establece: “El Presidente de la República y los miembros de la Corte Electoral no podrán formar parte de comisiones y clubes políticos … ni intervenir en ninguna forma en la propaganda política de carácter electoral”. La prohibición recae en lo “electoral”. No abarca el pronunciamiento sobre una enmienda constitucional que busca voltear una ley que el Presidente propició. Por tanto, el Dr. Lacalle Pou no viola la Constitución cuando combate el proyecto de regulación constitucional de las jubilaciones, que no es iniciativa de un partido sino de la gremial Pit-Cnt, ni es sostenido por ningún lema que dispute el gobierno, por lo cual pronunciarse sobre el tema no es “propaganda política de carácter electoral”.

Advirtamos: oponerse a la reforma jubilatoria por desfinanciada y expropiatoria de ahorros privados y atenuarle los efectos aduciendo que no es el fin del mudo es todo un revival técnico del “como te digo una cosa te digo la otra”, acuñado por Mujica en su etapa de macaneo electoral. Patentiza un bamboleo conceptual que contraría “las seguridades” de ese “contrato” que los candidatos firman con sus seguidores al indicarles nítidamente a dónde quieren llevar al país.

Acotemos: la afirmación de Orsi según la cual los uruguayos serían “argentinos sin intensidad”, se llena de gloria conceptual si se tiene presente que la “intensidad” que nos falta es la que allende el Plata encaramó en el poder al Perón de 1946-1955, a Menem, a los Kirchner, a Alberto Fernández y a Milei-2024. Todo un muestrario de honestidad, sensatez y respeto al adversario. Todos primores a envidiar aquende el Río.

Respetemos: recibido el pedido fiscal de desafuero, el senador Charles Carrera renunció a la Cámara Alta. En un caso donde la imputación por abuso de funciones aparece altamente discutible, la decisión del indagado implica sometimiento igualitario a la Justicia para discutir los hechos con rigor de Derecho y no en la caja de resonancia política del Parlamento. El Uruguay necesita recuperar sus sentimientos normativos, reconstruyendo la virtud ciudadana que es el principio motor de la vida republicana, como enseñó Montesquieu. Esta renuncia debe anotarse como un punto alto de nuestro civismo.

Deploremos: en el Comcar, seis presos fueron asesinados en un incendio intencional. El espanto humano y el estremecimiento jurídico deben ser unánimes: “En ningún caso se permitirá que las cárceles sirvan para mortificar…” Lo manda el art. 26 de la Constitución. ¡No nos resignemos a los horrores de su violación!

Asombrémonos: en el herrerismo hay lugar para el viajero Sartori y no lo hubo para Gloria Rodríguez, firme trabajadora.

Es en este contexto que en cinco semanas iremos a las urnas, eligiendo las grandes líneas pero con retrogustos y coincidencias que no caben en el sistema de balotaje importado en 1996.

Cuando se elegía Presidente por ley de lemas, cada partido presentaba varios candidatos entre los que optábamos con matices, tendencias y hasta disgustos. El sistema reflejaba a un pueblo que, con debates luminosos, supo edificar el bien común dialogando a fondo con el adversario.

Con el sistema actual no hay discusión sino pronósticos de encuestas. Enfilados los ciudadanos hacia un binario “ellos o nosotros”, dejamos sin digerir el alimento nutricio de las coincidencias nobles. Y dejamos sin expulsar las miserias espirituales que nos imponen chapalear barro en vez de levantar vuelo.

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