Estipendios públicos

En estos días ha estado en la consideración pública la reducción del sueldo del próximo Presidente de la República en un porcentaje entre 50 y 70% del actual, lo que determinaría la consiguiente variación de varios cargos públicos más. Entre los considerandos de la propuesta se mencionó el mensaje que se le estaría dando a la población en el sentido que también los jerarcas se "aprietan el cinturón", lo que legitimaría continuar con —o proponer nuevos— ajustes.

Vivimos un momento del país y del mundo donde el cambio es la impronta, y la revisión de lo que ha sido norma, costumbre y tradición en varias áreas del quehacer ciudadano es no sólo recomendable, sino también necesaria. Hacemos la salvedad que, en otros aspectos más próximos a los valores y principios, no creemos conveniente proceder con esta modalidad revisionista.

Libertad de pensamiento, independencia de criterio, tolerancia con el disenso y actitud constructiva nos pueden llevar a buen puerto si de cambios, renovaciones o innovaciones hablamos.

Sobre la propuesta de los sueldos, y analizándola según los criterios previamente mencionados, se nos ocurren algunas reflexiones.

Sobre el fin perseguido: utilizar la reducción del sueldo del Presidente como forma de enviarle un mensaje a la población es algo que tiene valor simbólico, pero que no le cambia la vida a quienes sí lo necesitan: los más castigados por la crisis.

Sobre la economía del Estado: por más que sumemos y multipliquemos, con la reducción propuesta no logramos un ahorro significativo que, desparramado en el resto de la economía, logre un cambio perceptible por la población más necesitada.

Sobre la gestión de los gobernantes: no creemos que tenga mayor incidencia, o el efecto será nulo o estaremos ante dos posibilidades no frecuentes: a) casos de ciudadanos que no quisieran acceder a los cargos públicos por considerar las retribuciones insuficientes, o muy inferiores a las que estarían recibiendo en la administración privada, y b), casos que, no lo creemos, tratarían de "hacer la diferencia" por otros medios no especificados.

O sea, ni en cuanto al fin perseguido, ni como economía de las arcas públicas, ni como gestión gubernamental creemos que pueda ser una medida de cambio real.

Llegados a este punto no se debe entender que rechazamos la consideración de la propuesta ni que la descartamos de raíz. No. Tiene visos de sentido común, que es el que la gente está esperando, y es bueno ponerla arriba de la mesa.

¿Por qué no estudiar la posibilidad de "atar" la retribución del Presidente al salario mínimo nacional? En lugar de decir que se le rebajará el sueldo del Presidente un porcentaje, digamos que equivaldrá a tantos o cuantos salarios mínimos nacionales. Y comencemos por una retribución real baja, cualquiera sea ella, porque de esta forma le estaremos dando un aliciente a la gente y un desafío a los gobernantes.

¿Cuál sería el fin perseguido? Que la gente sepa que todos estarán remando en un mismo barco, y que el éxito o el fracaso será compartido. Todos tendrán el aliciente para mejorar, ninguno podrá decir que hay hijos y entenados. Si el gobernante es representante de los ciudadanos que lo votaron, pues que también "los represente" en sus economías. Es un paso hacia una "economía comprometida".

En cuanto a la economía del Estado, o hay estrechez, o hay bonanza compartida. Se retribuirá lo que se pueda pagar, pero quedará fijada una relación directa entre los dos extremos de la cadena de pagos en las retribuciones estatales. Sería un paso hacia la "economía social".

¿Y sobre la gestión de los gobernantes? Si partimos de la base que se gobierna por y para los ciudadanos, habrá acuerdo en que el éxito que se obtenga se comparta con ellos. Es la "economía solidaria". Luego de una economía comprometida, social y solidaria, podremos considerar la propuesta de la renta básica universal, en estudio de las sociedades más avanzadas.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar