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Escolares y sindicatos

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Mediante una coreografía ya usada en años anteriores los sindicatos de enseñanza primaria decretaron tres paros rotativos coincidiendo con el inicio de clases. Con ello pretenden hacer oír su protesta por las sanciones aplicadas a una docente y a la directora de la Escuela No. 35, (30 días de suspensión), por haber leído, en el interior de una escuela, una proclama sindical contraria a la reforma educativa. Con esta medida reiteran una práctica utilizada en el pasado, convertida en una inmodificable rutina que afecta lo que de otro modo podría considerarse una fiesta iniciática para 320,000 niños uruguayos en 2.300 escuelas. El comienzo de su aventura estudiantil.

Lo curioso para mí fue que esta vez, el periodista Marcelo Pereira, un hombre ecuánime y bien informado apoye desde La Diaria los paros, alegando que las autoridades utilizan la laicidad creando “tabúes”. Sostiene, siguiendo a Reina Reyes, “que un maestro indiferente a valores, no genera en sus discípulos impulsos de superación” en tanto se incapacita para desarrollar un “tratamiento integral y crítico de todos los temas, mediante el libre acceso a las fuentes de información y conocimiento que posibilite una toma de posición consciente de quien se eduque”.

Coincidiendo con ADEMU, Pereira infiere que la sanción a las dos maestras se debe a que las actuales autoridades se basan en los mencionados tabúes en el ejercicio de la laicidad, impidiendo la formación de los educandos. Ocurre, sin embargo, que en el caso, las sanciones no se aplicaron porque los maestros transgredieran “tabúes”, o se rehusaran a la formación integral de los estudiantes, sino por desarrollar actividades gremiales -oponerse a la reforma educativa- dentro de un centro de enseñanza.

Razón por la cual ambos carecen de razón. El artículo 58 de la Constitución de la República es claro e inequívoco: “Los funcionarios están al servicio de la Nación y no de una fracción política. En los lugares y las horas de trabajo, queda prohibida toda actividad ajena a la función, reputándose ilícita la dirigida a fines de proselitismo de cualquier especie. (…).

Proselitismo etimológicamente refiere al cooptado, y en su acepción actual, la de la Academia, significa, “Partidario que uno gana para una facción parcialidad o doctrina. Aquí, sumar votantes (prosélitos), para oponerse a la reforma educativa. Una actividad prohibida en los lugares de trabajo. No admitirlo, como hacen Pereira y los sindicatos, equivale a ignorar el orden jurídico nacional en su nivel interpretativo más elemental.

Más complejidades implica su mención parcial a Reina Reyes, quien descalifica al maestro indiferente, incapaz de suscitar en el aprendiz aptitud para ilustrarse. El asunto es que aquí parece haber una oculta traslación de significados entre indiferente e imparcial, ajena a la citada. El indiferente es aquel a quien la enseñanza del educando le da igual, mientras imparcial es quien, sin rehuir temas, pretende formarlo evitando inducirlo a alguno, aun cuando lo ilustre sobre sus bondades y defectos. Adoptar posiciones, definirse, será tarea del aprendiz. Tal el objetivo de la reforma educativa, que concibe al laicismo como activa imparcialidad.

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