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Encuestas, encuestitis y política

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Soy un veterano lector de encuestas. Las vimos nacer en nuestro país en los ya lejanísimos tiempos del “pelado” Ferreira con Gallup y desarrollarse más tarde hasta alcanzar el magisterio de “el sordo” González.

En tiempos de reconstrucción democrática, nos tocó hacer una campaña presidencial en 1985 y otra, diez años después, en una inédita carrera entre tres, que mostraban ya el cambio en la demografía electoral. Ninguna encuesta nos anunció victoriosos. A lo más, en la segunda, un empate técnico, como el que me preanunció Óscar Bottinelli, cuando -luego de lucir favorito- nos dijo que las líneas se estaban cruzando y que si no pasaba algo disruptivo, quedaríamos relegados. A él le agradezco aquella sabia alarma, que me llevó a procurar el siempre mentado debate con el Dr. Vázquez en 1994.

Con esto digo que no desprecio las encuestas ni mucho menos. Afirmo, sí, que en los últimos años los encuestadores del mundo se han equivocado de modo tan clamoroso que son evidentes los problemas metodológicos luego de la aparición de los celulares y las redes. Pensemos que le erraron gruesamente en el Brexit británico, que era Sí o No; como en Brasil, en la medición de Bolsonaro, hacia abajo, o en la de Trump, a quien sobrevaluaron en la reciente elección parlamentaria.

Hoy en Argentina se vive un delirio de encuestas. Todos los días leemos una nueva. Algunas veces son dos y hasta tres… Y, como siempre, las hay para todos los gustos, aunque de un modo general muestran una cierta tendencia favorable a la oposición. Aquí vamos entrando en un festival parecido, con las consiguientes especulaciones y creación de microclimas.

Una reciente investigación de Cifra dice que en marzo de este año la intención de voto es 43% para el Frente Amplio, 30% para el Partido Nacional y 3,2 y 1% respectivamente para el Partido Colorado, Cabildo Abierto y el Partido Independiente. La cuestión es que aparece un 19% de indecisos y allí está siempre la clave del tema, porque los sectores movilizados y con euforia marcan su techo y el resto vacila adentro de esa masa anónima.

Si miramos lo que pasaba, también en marzo, pero de 2018, el año anterior al de las elecciones, nos encontramos con el Frente Amplio con 24%, el Partido Nacional con 25%, el Partido Colorado exactamente igual que hoy con 3%, pero el Independiente llegaba a 5% y el Partido de la Gente un 2%. La indecisión en cambio llegaba a un 40%, bastante más que ahora, en que nos encontramos con un Frente Amplio enfervorizado, procurando su revancha electoral y un Partido Nacional entusiasta detrás del liderazgo presidencial.

Si todo fuera válido como tendencia (siempre el “numerito” preciso es muy falible) no sabemos qué pasará con ese 19% hoy indeciso, pero no sería nada desatinado pensar que, dada la situación descripta, casi en su totalidad se definiría entre los colorados, Cabildo Abierto y el Partido Independiente.

¿Es ilógica esta conjetura? Para nada. Porque si volvemos al período pasado, nos hallamos con que un año después (marzo del 2019, ya tiempo electoral), aquel 40% de indecisos había caído a un 18%. El Frente Amplio había crecido 10% pero el Partido Nacional un 2%, el Partido Colorado la friolera de 11%, mientras el Independiente bajaba un 3% y el de la Gente se mantenía. Como se advierte, no estaba Cabildo Abierto, que se llevó luego, con 11% en la elección, la gran mayoría de esa indecisión.

Leamos entonces las encuestas con serenidad y no les asignemos el valor de un pronóstico. Si en nuestro caso -colorados- las dos mediciones nos reducen a un 3%, a la misma altura, no hay lugar para una lectura derrotista. Otros, Equipos por ejemplo, miden un 9%. En todo caso, dependerá de los candidatos, aún sin aparecer, y del acierto con que hagamos las cosas.

El Frente ya tiene dos candidatos definidos y un tercero en discordia; el Partido Nacional también; Cabildo y el Partido Independiente son dependientes de sus líderes, ya consagrados, de modo que no hay expectativa de algo distinto. Los colorados estamos aún lejos de las definiciones de esas candidaturas. Somos un enigma electoral. Para la gente y para nosotros mismos. Pero bastará que el Partido muestre lo que es, la garantía de los equilibrios sociales que el Batllismo construyó en este país, y que ofrezca candidatos creíbles de ese republicanismo laico fundacional, para que volvamos a ser tan decisivos como fuimos en las dos vueltas electorales e incuestionablemente en la LUC.

El Partido Colorado es liberal, no conservador. Liberal por humanista, pero socialdemócrata y no socialista por su concepción del Estado. Liberal progresista como lo definió Prando hace un siglo. Profundamente republicano, identificado con la educación laica, preservada de dogmatismos religiosos y políticos, tan a la moda en los centros de enseñanza. Como siempre, miramos hacia adelante. Por eso luchamos por reformar la educación y atender la primera infancia con los CAIF que creamos hace tres décadas. Por eso y para eso integramos esta Coalición Republicana que ha pasado con éxito la prueba de la pandemia y preserva hoy -pese a la guerra- tanto los equilibrios económicos como los valores esenciales de la institucionalidad democrática, en lo político y en lo social. Tal cual lo reconocen tirios y troyanos en cuanto vamos más allá de nuestras fronteras.

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