El verdadero desafío

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JUAN ORIBE STEMMER
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El presidente del Consejo de Ministros italiano, Mario Draghi, el Canciller Federal alemán, Olaf Scholz, y el presidente de Francia, Emmanuel Macron, viajaron la semana pasada a Ucrania, para reunirse con el presidente de este país, Volodimir Zelenski.

El encuentro habría sido un acontecimiento político en tiempos normales. La circunstancia de que haya tenido lugar en medio de una guerra causada por la agresión rusa, la hace aún más especial. A ello se suma que hace unos días se produjo la segunda visita de la presidente de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen.

La visita de los líderes europeos es una demostración de apoyo al pueblo ucraniano y un homenaje al coraje con que enfrentan la agresión rusa. También parece una señal de que los líderes de varios de los principales países miembros de la Unión Europea buscan rescatar el papel europeo en los esfuerzos para contener la amenaza rusa. La visita también respalda la reciente decisión de la Comisión Europea de reconocerle a Ucrania el estatus de Estado candidato a incorporarse a la Unión. Finalmente, los gestos y la retórica, esperamos, serán complementados con suministros de armas. Durante la visita, la viceministra de Defensa ucraniana afirmó que Ucrania solo había recibido una fracción del material militar que reclamaban.

Es cierto que la voluntad de apoyar a Ucrania tiene sus limitaciones. Como lo demuestran la continuada dependencia de algunos países europeos de las exportaciones rusas de gas natural. Un perfecto ejemplo de que las relaciones comerciales se encuentran estrechamente vinculadas a las estratégicas.

La agresión rusa plantea desafíos muy serios a toda la comunidad internacional. Quizás, las propias características de la “operación especial” emprendida por Putin determinen que terminemos analizándola como una confrontación entre la civilización occidental y la barbarie rusa.

Con una perspectiva más amplia, sin embargo, apreciaremos que el desafío es aún más fundamental. La invasión representa una violación fundamental del Derecho Internacional en general y de la Carta de las Naciones Unidas en particular y ha causado una muy seria degradación del papel de la organización mundial en el escenario global.

Los principios de igualdad soberana de las naciones, de no agresión y de respeto de la integridad territorial de las demás naciones han sido destrozados, nada menos que por uno de los miembros permanentes, con derecho al veto, en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

La esperanza de que las grandes potencias hubiesen aprendido del desastre de la segunda guerra de Irak ha demostrado ser vana. Contemplemos el espectáculo de una de las grandes potencias nucleares liderada por un autócrata que no oculta sus nostalgias por los tiempos de Pedro el Grande (1682-1721) proclamando el derecho unilateral de su país de invadir a sus vecinos si se le da la gana.

Esa concepción de las relaciones entre los Estados significa abrir una verdadera Caja de Pandora, pero sin la paloma de la esperanza al final.

Porque, ¿si Rusia se abroga el derecho de decidir sobre la existencia de sus vecinos más pequeños, porqué no pueden otros Estados, con argumentos similares (que nunca faltarán), hacer lo mismo? ¿Será este el orden internacional del futuro?

Pobres de los países pequeños y sin aliados…

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