Luciano Álvarez
Varias generaciones de uruguayos se educaron con la Historia Patria del Hermano Damasceno (HD). Este pedagogo francés tradujo con brillantez los textos de la Historia oficial en una prosa contundente, plena de perdurables epítetos: "El intrigante Sarratea" o "El traidor Ramírez."
"El traidor Ramírez", nació en Arroyo de la China (hoy Concepción del Uruguay) en 1786, hijo de un próspero comerciante paraguayo, marino fluvial y propietario rural.
En octubre de 1811, se incorporó a la revolución y pasó a la Banda Oriental para servir en el sitio de Montevideo. Tenía 25 años cuando conoció a Artigas, de 47. Durante una década, el joven entrerriano dará numerosas pruebas de fidelidad a la causa federal y a su jefe. En 1817, Artigas lo nombró su delegado para la región del río Uruguay.
La historia solo ha dejado algunos bocetos imaginarios sobre la apariencia física de Francisco Ramírez; poco se sabe de su formación e inteligencia. Para el general Rondeau, se trataba de "un mozo del pueblo (…) que en tiempos posteriores ha figurado como no era de esperar, pues llegó a ser general y a capitanear ejércitos respetables".
Si bien carecía de formación militar específica, varios cronistas atestiguaron que sus tropas eran quizás las más disciplinadas de la región, mucho más que las de Artigas, López o el Directorio porteño. Estaban regularmente uniformadas y se movían en perfecto orden siguiendo las órdenes de los oficiales.
El 1° de febrero de 1820, el santafecino Estanislao López y Ramírez, como lugartenientes del general José Artigas, derrotaron a los porteños en Cepeda. Los caudillos entraron en la orgullosa capital del Plata, desmontaron en la Plaza de Mayo y ataron sus caballos en la verja de la pirámide: cumbre simbólica de la barbarie para los historiadores unitarios; triunfo de la patria gaucha, para los federales y revisionistas
El proyecto federal parecía triunfar, pero su máxima figura, que acababa de ser derrotado en Tacuarembó (22 de enero de 1820) entraba en su ocaso político. Pancho Ramírez sería el protagonista de ese drama final.
El 23 de febrero de 1820, se firmó el pacto de Pilar que establecía la paz y un pacto Federal. Se invitó a Artigas a firmarlo, pero no en su condición de "Protector de los Pueblos Libres" ni jefe de las Provincias Federales. Apenas se le consideraba como un jefe de provincia: "Su Excelencia, el capitán general de la Banda Oriental", una provincia ocupada totalmente por los portugueses.
Un Artigas cada vez más solo, acusa a sus lugartenientes de haber firmado un "vil tratado" que no obligaba a Buenos Aires a declarar la guerra a los portugueses ni a proveer recursos para recuperar la provincia Oriental. Ramírez está convencido que es preciso sacrificar momentáneamente la Provincia Oriental, en aras de la paz interior. Por eso responde airado "¿Cree V.E. que por restituirle una provincia que ha perdido han de exponerse inoportunamente todas las demás?"
Ramírez piensa que la intransigencia de Artigas es su peor mal. "Parece que (Artigas) se ha propuesto eternizar la guerra civil, desentendiéndose de la paz y general armonía de las provincias en Federación..." (24 de junio de 1820).
En una guerra relámpago y con el apoyo de recursos porteños, Ramírez destruye a su antiguo jefe.
El 29 de septiembre de 1820, mientras Artigas era tragado por el Paraguay, Ramírez unificaba las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Misiones, creaba la República de Entre Ríos, como estado federal y era elegido Jefe Supremo. Se iniciaba el breve fulgor del joven y ascendente caudillo de 34 años que se consideraba el verdadero heredero de Artigas. Su propósito era recuperar la Banda Oriental y reintegrar al Paraguay a las Provincias Unidas.
Durante su breve gobierno ordenó la administración y la recaudación de impuestos, eliminando los derechos de importación. Estableció un régimen de administración de justicia, decretó la obligatoriedad de la enseñanza primaria.
En los fastos que celebran su apoteosis, Francisco Ramírez desfila al frente de sus bien uniformadas tropas: trajes oficiales con chambergo y la pluma de avestruz del escudo de la nueva República.
Junto al caudillo cabalga la Delfina, su mujer, un personaje legendario y enigmático.
Al igual que Ramírez, ni el más pobre boceto nos ilustra sobre su físico, menos de sus orígenes. Para algunos es Delfina Menchaca, una porteña apodada "La Portuguesa"; otros la creen hija bastarda de un virrey portugués; otros de un estanciero que marchó a la campaña contra Artigas; otras voces menos corteses la toman por simple soldadera.
Lo cierto es que las tropas de Ramírez la capturaron en harapos de soldado. Pero su belleza lucía a través de la pobre vestimenta. Ramírez la invitó a cenar a su tienda. Dicen que el amor comenzó con este intercambio de palabras:
-"Espero sepa comprender la poca elegancia de la mesa, mi señora," dijo Ramírez.
-"Espero que sepa comprender la poca elegancia de la dama, mi señor".
El caudillo rompió su compromiso con Norberta Calvento, hermana de uno de sus mejores amigos y la Delfina lo siguió a la guerra. Hábil como amazona y en el uso de las armas, vestía uniforme militar con charreteras de coronel. Su valor era llamativo, exhibicionista.
El apogeo de Pancho Ramírez duró apenas unos meses: desde octubre de 1820 a julio del año siguiente. Su prestigio, sus ambiciones políticas y la endémica maldición de la guerra civil, decretaron la desgracia. Antiguos aliados se unieron a viejos enemigos para terminar con el caudillo entrerriano y su pretensión de reconstruir la Liga Federal artiguista.
El 10 de julio 1821, en Río Seco, Córdoba, un pistoletazo terminó con la vida del Supremo entrerriano.
La leyenda no olvida ninguno de sus tópicos. Dice que en la huida luego de la derrota, Delfina cayó con el caballo boleado; que Ramírez se volvió, enristró su lanza y enfrentó a sus perseguidores, que le mataron el caballo, que cayó parado haciendo retroceder a los soldados santafecinos hasta que un disparo le partió el pecho; Pancho Ramírez tira todavía algunos lanzazos y cae. La Delfina se abalanza sobre él y lo cubre. Luego es obligada a presenciar como le cortan la cabeza Otras versiones dicen que escapó a grupas del legendario Anacleto Medina.
Aparentemente nada de eso es cierto, salvo que fue rescatada por cuatro soldados de Pancho Ramírez y escoltada hasta Arroyo de la China.
El vencedor (Estanislao López) repitió una venganza común en las guerras argentinas, nunca entre los orientales: dio la orden de embalsamar la cabeza de Ramírez y colocarla en una jaula de metal en la Iglesia Matriz de Santa Fe, frente a la bandera. El gobernador de Buenos Aires, Martín Rodríguez, le envió a López, una espada de oro de regalo.
La Delfina sobrevivió 18 años a su pareja, casada con el capitán Puentes, uno de los sobrevivientes de Río Seco. Murió el 28 de junio de 1839.
Desde una ventana, Norberta Calvento, señorita cuarentona, que viste de negro desde la muerte de Ramírez, vio pasar el cortejo de la mujer que le había quitado su prometido.