El laicismo y la Pascua

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Por estos días se conoció una encuesta de Latinobarómetro que concluyó que Uruguay es el país menos religioso de la región. Según la pesquisa, realizada el año pasado, el 47,2 por ciento de los uruguayos declaró no tener religión. Mientras que entre los que abrazan alguna religión el 36,5% dijo ser católico, el 4.6% evangelista y el 2,8 por ciento se identificó con los cultos afroamericanos.

La información fue publicada por La Diaria durante esta Semana Santa, donde los cristianos del mundo entero recordamos la pasión, muerte y resurrección de Cristo.

Sin dudas, la Semana Santa es la fecha más importante para la Iglesia católica.

Mañana, será Domingo de Pascuas, la fiesta de la resurrección de Cristo. El hijo de Dios que nació en un pesebre y vino al mundo a salvar a los hombres.

La Pascua es el comienzo de un nuevo tiempo; Dios da a los cristianos la esperanza por la resurrección y por una nueva forma de vida, representada en el regreso de Cristo de entre los muertos.

En Uruguay desde hace más de un siglo, la Semana Santa pasó a llamarse Semana de Turismo, fue el final del proceso de secularización del país y que tuvo, a comienzos del siglo XX, el fin de perseguir a la Iglesia católica, denostar a sus feligreses e instaurar la laicidad.

Años en que se quiso vestir de positivismo al rencor y al odio. Esas épocas, afortunadamente, fueron superadas ya hace mucho tiempo. Aunque, tal vez, la baja religiosidad que manifiestan los uruguayos hoy sea una consecuencia del laicismo institucionalizado.

También rémora de esos tiempos o de la baja religiosidad de los uruguayos, haya sido la decisión de fijar el clásico entre Peñarol y Nacional para ayer Viernes Santo.

Son tiempos para el mundo en que vivimos donde la esperanza por un futuro mejor se transforma en una necesidad imprescindible.

La guerra entre Hamás e Israel, la confrontación entre Rusia y Ucrania, las dictaduras en América Latina y la violencia y la muerte que genera y siembra el narcotráfico, son algunos de los hechos que nos conmueven y angustian a diario.

Es obvio que ninguno de nosotros tiene la posibilidad de ponerle fin a estos dramas.

Es legítimo preguntarse entonces dónde está Cristo resucitado para los que padecen la guerra, la falta de libertad y el flagelo de la droga.

Quizás la respuesta esté en lo que escribieron Mateo, Marcos, Lucas y Juan, que recogieron la prédica de Jesús de Nazaret y lo plasmaron en el Nuevo Testamento.

O quizás, más cerca en el tiempo, haya que recordar alguna de las enseñanzas que nos dejó Santa Teresa de Calcuta que, cuando le preguntaron cómo se podía tener fe ante la guerra y la miseria de la India donde ella rescataba a niños, hombres y mujeres de las calles.

Respondió: Cuando miramos la Cruz, vemos cuánto nos amó Jesús y agregó (…) El fruto de la oración es la fe / El fruto de la fe es el amor / El fruto del amor es el servicio / El fruto del servicio es la paz.

Por eso, aunque resulte difícil imaginarlo, un tiempo mejor en este mundo es posible. ¡Felices Pascuas!

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