¿El fin del Mercosur?

Montevideo se convulsionó por la reunión de presidentes del Mercosur. La convocatoria tuvo dos puntos muy importantes: la creación del Parlasur y la iniciación de los procedimientos atinentes a la incorporación de la República Bolivariana de Venezuela como miembro pleno del bloque.

Respecto al Parlasur creemos que poco aportará al proceso de integración. En realidad es un refrito de la Comisión Parlamentaria Conjunta, a la que se le agregan unas pocas funciones más. Reiteradamente hemos sostenido que no es descabellado pensar en la existencia de un parlamento del Mercosur, ya que en su evolución el proceso de integración puede exigirlo, pero el presentado no es ni por asomo la institución que en algún momento podríamos necesitar. Se abre paso a una nueva burocracia que generará algunos empleos y que agregará un destino más a los turistas que arriban al país, siendo desde esa óptica algo tal vez ventajoso.

La otra iniciativa —la incorporación de Venezuela— es el aspecto que más dudas nos despierta. Formalmente no habría observaciones que formular. Dicho país es miembro de Aladi y por tanto potencialmente miembro del Mercosur, y sería nada más que cuestión de tiempo y oportunidad suscribir los tratados y protocolos requeridos. En lo que respecta a la "cláusula democrática", por lo menos a los ojos de la OEA (sin contar lo sucedido la pasada semana), Venezuela cuenta con un régimen democrático, y por más reparos que nos puedan merecer algunas prácticas que el gobierno del Presidente Chávez lleva adelante, no estamos en condiciones de afirmar que Venezuela no cuenta con un sistema democrático, por lo menos utilizando la expresión en sentido amplio.

Si formalmente entonces, Venezuela estaría en condiciones de ingresar al Mercosur, desde el punto de vista político tenemos dudas en cuanto a la conveniencia de la decisión expresada. Dudas en cuanto a la oportunidad, en tanto el Mercosur no termina de conformarse como espacio de integración económica. Falta todavía mucho por hacer para afirmar que estamos ante un proyecto consolidado. Los bienes y servicios no circulan sin trabas, los mecanismos de solución de controversias están recién en vías de consolidación e institucionalmente hay mucho por hacer; la coordinación de políticas macroeconómicas está ausente, los acuerdos con la Unión Europea serán afectados por el ingreso de Venezuela, etc.

Percibimos una cierta precipitación por incorporar un nuevo socio sin que se constate un avance real y significativo entre los actuales socios, con lo cual no es descabellado concluir que el futuro traerá dificultades mayores. No olvidemos que las decisiones en el Mercosur se adoptan por consenso, y si hoy no es sencillo acordar entre los actuales miembros, uno nuevo con intereses políticos —más allá de la retórica— diferentes a los nuestros, seguramente tornará más difícil el relacionamiento y el avance del proceso mercosuriano.

El Mercosur nace como proyecto de integración regional que recoge el mandato histórico de nuestras naciones. Ese bloque —una vez consolidado— tiene, naturalmente, vocación de abrirse a la incorporación de nuevos estados. Si no se respeta esa lógica se corre el riesgo de desnaturalizar la voluntad inicial y arribar a otra cosa, que podrá tener elementos positivos pero que no dará satisfacción a los intereses de nuestro país. A decir verdad, nos queda la sensación de que Venezuela está haciendo una jugada política buscando los espacios que va perdiendo en el bloque del que forma parte. Creemos que la exhibición de riqueza y "solidaridad" fruto de los petrodólares, no debe desviar la visión de cuáles son los intereses que deben animar la acción de nuestro país.

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