La semana que se cierra hoy domingo presenta mayores dificultades de lo que es habitual para quienes buscamos temas para escribir. La cantidad de acontecimientos impresionantes, estruendosos, que se acumularon, así como su gravedad, se disputan la atención, se empujan unos a otros, se cargan emocionalmente tanto para el que escribe como para el que los va a leer.
Tenemos, por un lado, la campaña electoral de Argentina, espeluznante muestra de descuartizamiento autoperpetrado de un país tan cercano que, como bien decía Borges en su Milonga para Orientales, es igual y un poco distinto. Estamos al lado y alguna esquirla nos va a alcanzar.
También tenemos acá y, en particular, en el seno del Partido Nacional, el ruido que hace el destape de acomodos rastreros en la integración y el comportamiento de las Comisiones Binacionales de Salto Grande y Río Uruguay. Y tenemos lo que, no siendo imputable a la política sino a miserias humanas insondables: la situación de Penadés que lo deja a uno sin palabra.
Ya veníamos con un balbuceo de contradicciones no resueltas en el ámbito de conducción del Frente Amplio y desorientación manifiesta sobre el plebiscito de la seguridad social (motivo equivocado de regocijo para sus rivales políticos y tragedia nacional, teniendo en cuenta que se trata del partido político más numeroso del país). En paralelo a esa situación es inevitable aludir, con renovada pesadumbre, a las autoridades partidarias del Partido Nacional que no han encontrado nada para decir prácticamente desde que se instalaron hasta ahora. La falta de cabeza en las dos mayores organizaciones políticas del país es una tragedia nacional.
En medio de ese ensordecedor estruendo informativo el Uruguay tiene que reservarse un tiempo para sí mismo.
Junto con todo eso, arriba de todo eso, nos azora el ataque de Hamás a Israel, cuando el tiempo ya iba erosionando vergonzosamente la indignación por el ataque ruso a Ucrania, también con muertes indiscriminadas de población civil, mujeres, niños y abuelos.
Y en medio de ese ensordecedor estruendo informativo el Uruguay tiene que reservarse un tiempo y un espacio para sí mismo, para atender su vida y su propia marcha, para escudriñar su futuro, para dar con tiento los pasos que tiene que dar. El año que viene ya está encima y es un año electoral, año en el que los partidos políticos vocearán con más intensidad sus propuestas, pero año en el cual, más que nunca, habrá que atender a la voz interior del Uruguay, en este caso para poder responderle al país en la contienda electoral.
Hay una voz antigua de la tierra, de esta tierra nuestra, que debemos escuchar y respetar. Hay un ser uruguayo que no es ser cualquier cosa. Hay un modo de ser en este lado oriental del río que es lo que nos ha hecho lo que somos. Y hay un ser uruguayo que todavía no es pero que bien podría llegar a ser si todos los uruguayos, los de a pie y los que son elegidos para gobernar, se aprestasen a escuchar al Uruguay y a actuar y votar según esa escucha.
Durante estos años transcurridos desde las elecciones pasadas hasta hoy el Uruguay ha expresado mensajes, ha tenido comportamientos expresivos, ha respondido con elocuencia, ha dicho cosas; es necesario escuchar y hay que descifrar. El estruendo ensordece, desorienta, distrae de lo que hay que atender.