El corazón de los Tartufos

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Una vieja cita de Pascal, que todo buen francófilo conoce, dice algo así como que “el corazón tiene sus razones que la razón no conoce, por tanto el corazón es más razonable”. Y calza muy bien para la adhesión de muchos analistas que comentan la realidad económica: al final, esa adhesión responde a la razón de su corazón y a sus valores preferidos, que para ellos están siempre y en cualquier circunstancia mejor representados en el Frente Amplio (FA) que en cualquier otra parte.

Este tipo de comentaristas son Tartufos. Se trata de exitosos compañeros de ruta del FA. Para quedar bien con la ortodoxia bienpensante malvinense, curten una onda socialdemócrata con cara compungida de doctorando permanente. Son normativos: ya sea que critiquen al gobierno apoyados en alguna gráfica de ocasión, o ya sea que se rebelen contra los extremistas del Pit-Cnt por su malhadado plebiscito de seguridad social, en última instancia todo su esfuerzo sirve siempre a la gran corriente izquierdista del FA desde su ala moderada, astorista, de clase media urbana que se estima moralmente superior, que cree conocer algo del mundo, y que siempre exhibe un perfil satisfecho de sí mismo por ser los más altos dentro del petiso universo del comité de base.

El asunto es que estos Tartufos quieren hacer creer a la opinión pública que comulgan con seriedad ideas de izquierda razonables, pero la realidad es que adhieren a cualquier cosa siempre que sea propuesta por el FA.

Una gran mentira que ahora los Tartufos nos quieren hacer creer, por ejemplo, es que ellos defienden las Afaps: la verdad es que en el programa del FA está previsto ir contra el ahorro individual lucrativo (en jerga izquierdista, tal cosa quiere decir Afaps), y que ellos defienden, sin ambages, ese programa. También, todos los Tartufos creen que hay que subir impuestos durante el próximo gobierno, tal como lo afirman las corrientes más radicales del FA; sin embargo, evitan hablar del tema ahora para preservar así las chances electorales del FA entre los potenciales votantes moderados, o se escudan en una pretendida “redistribución” de impuestos sobre bases irrealizables como el “IVA personalizado”.

Hay algo deleznable en el talante Tartufo. Porque, por poner el ejemplo de un típico personaje de comité de base: cuando Villar, aquella señora candidata a vicepresidenta del FA, mentía sobre su título universitario, decía tonterías sobre Cuba y la política internacional, o vomitaba su odio y resentimiento por su itinerario vital de los años setenta-ochenta, estaba siendo genuina en su ignorante decrepitud. Empero, cuando los Tartufos, mejor formados que los Villar, nos quieren hacer creer que sus argumentos son razonables y bien aspectados, a la vez que ocultan que son irrealizables o que directamente son contradictorios con lo que hoy está proponiendo el FA, nos están mintiendo a cara de perro. Además, su cinismo nos toma por estúpidos.

A inicios de esta campaña importa desenmascarar la pretendida objetividad y respetabilidad académica de estos economistas. Son guiados por su corazón izquierdista: son partidistas hasta la médula y harán todo lo posible para que gane el FA, incluso ocultar los disparates que propone el FA en economía. Son Tartufos, los impostores que describía Molière.

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