El lunes pasado el Directorio del Partido Nacional tomó la decisión de postergar la renovación de sus integrantes hasta después de las elecciones departamentales. Sin fijar una fecha precisa: puede ser mayo, junio, julio… Fue una decisión equivocada. Quizás no tanto la decisión sino los motivos que se dieron.
El senador electo y exsecretario de la Presidencia, Álvaro Delgado declaró: “Es un tema que no se debe resolver ahora. No creo que sea el momento porque llamar a una Convención ahora, previo a las elecciones departamentales, puede generar algún ruido o interferir en los procesos para el 11 de mayo” (El País, 3/2/25).
Después de tantos años como secretario de Presidencia Delgado podría haber aprendido de Luis Lacalle Pou las virtudes de la comunicación directa, sin gambetas, llamando pan al pan y vino al vino, que fue la base del gran prestigio entre propios y ajenos del que gozó el actual presidente. ¿Cuál es el ruido que asusta y quiere evitar? ¿En qué consiste ese ruido? ¿Qué le hace pensar que ese tal ruido se va a apagar solo de aquí a cuatro o cinco meses? ¿Por qué patear para adelante lo que, tarde o temprano, necesariamente habrá que encarar y resolver?
Algún dirigente departamental se ha cabreado y habla de cargos. No se trata de cargos sino de fechas; más bien se trata de actitudes: enfrentar y resolver o procrastinar.
La militancia partidaria ya se ha sacudido el polvo de la injusta derrota sufrida, ya acomodó las garras y está de nuevo a caballo. La dirigencia, tanto la que está en el Directorio como la que no, está planteando que necesita una convalecencia más prolongada.
¿Quién va a encaminar la interlocución con el nuevo gobierno? ¿Quién va a emparejar el vamos con el Partido Colorado en la Coalición? ¿Y con los otros partidos que, por menos numerosos, no dejan de ser importantes, como el P. Independiente o Cabildo?
Un grupo de intendentes blancos hizo llegar por escrito su posición a favor de la postergación. No conozco los términos exactos de esa misiva pero espontáneamente me vino a la memoria aquella frase de John Kennedy: “no preguntes qué puede hacer por ti tu país sino más bien pregúntate qué puedes hacer tú por el país”. Dos de los intendentes blancos no suscribieron la carta: el intendente de Soriano y el intendente de Maldonado.
Un partido político -cualquier partido- necesita una estructura institucional, con las características y la renovación periódica acordada. Necesita una cabeza. Dentro o fuera del Directorio los jefes políticos son aquellos que convocan, cuya palabra inspira y orienta, y cuyo ejemplo entusiasma y emociona. Estén donde estén. Pero hay que institucionalizar.
El Partido Nacional nunca ha sido un partido cabresteador. No me animo a decir que esto sea una virtud, pero me resisto íntimamente a llamarlo un defecto. Necesitamos jefes y directores aunque más no sea para discutir con ellos; es en esa efervescencia que el Partido se ha hecho grande y duradero.