Dimensiones políticas

En esta ocasión trataremos algunos conceptos que hacen a la dimensión política, tanto en relación a su medida como a los ámbitos o espacios en que se propone, ejecuta y desarrolla.

Una primera aproximación puede ser en relación al individuo que se dedica a la política, que podrá hacerlo dentro de un amplio abanico que se extienda desde priorizar su interés y bienestar en función del poder que pueda tener u obtener, o hacerlo como vocación de servicio a su comunidad. Los primeros lo harán en función de los cargos, y buscarán el provecho personal, sea éste de él o su entorno; los segundos en función de su convicción, con o sin cargo, con o sin poder, y su horizonte será el bien compartido según sus ideas.

Con esta variedad de individuos se conforman los grupos, bajo una concepción que, según sea el caso, tendrán mucho de intereses particulares o de ideas, de acomodos o bien hacer, de visión autorreferida "en espejo" o de mente abierta. Unos serán grupos que se retroalimentan en función del crecimiento tipo tribal, otros en función de la suma de diversidades alrededor de objetivos e ideales compartidos y compartibles. Unos defenderán o estarán al servicio de sectores o corporativismos, otros avanzarán buscando el conjunto social armónicamente desarrollado.

Con estos tipos de individuos y agrupaciones se conforman los partidos. Y del predominio de unos u otros dependerán las tendencias, objetivos y acciones partidarias en cada circunstancia que toque votar, participar, ejecutar o controlar. Algunos serán partidos donde las ideologías y los dogmas se impondrán, otros habrá en que las ideas predominarán. Pero en esencia seguirá habiendo un trasfondo en el cual se podrá detectar si hay más intereses —personales, sectoriales o partidarios—, o más vocación y convicción de servicio a la comunidad como tal.

Y llegamos donde queríamos: hacer algunas reflexiones sobre las políticas partidarias, de gobierno en mayoría y de oposición en minoría, y las de Estado y nacionales.

Las políticas partidarias podrán ser mucho más que la simple sumatoria de individualidades y agrupaciones en la medida que se den algunas condiciones, entre otras la afinidad por el ideal compartido y una forma de organización con algo de disciplina, bastante tolerancia y mucha coordinación. Y por supuesto buenas dosis de coherencia, lealtad y ética ciudadana, amén de una nada desdeñable cuota de desprendimiento personal.

Las políticas de gobierno, en democracia, serán reflejo de lo anterior. Ya sea para seguir a los programas partidarios de donde surgen los gobernantes electos si concuerdan con ellas, o, en su defecto, para moldearlas según las circunstancias, intereses o conveniencias —que pueden ser, como vimos, de índole personal, sectorial y corporativo, o de índole general, social y nacional. Partidos coherentes serán sustento de gobiernos alineados con los objetivos prefijados, partidos fragmentados darán gobiernos impredecibles mientras no definan una forma de pensar, actuar y gobernar.

Las políticas de la oposición también serán reflejo —en menor grado por menor responsabilidad— de su organización y funcionamiento partidario. De la critica radical per se a la critica propositiva hay, ni más ni menos, que intereses o ideas, ambiciones o vocaciones, bien sectorial o general.

Sobre las posibles e infrecuentes por estos lares políticas de Estado debemos decir —cuando se dan en democracia— que son una expresión superior de organización política nacional. En ellas confluyen dimensiones sociales, políticas y temporales superiores. Volveremos sobre el punto.

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