¿Derecha cultural?

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Soy uno de los tantos hijos de Cinemateca Uruguaya.

Si bien tuve en el IPA a profesores inolvidables como Lisa Block y Héctor Galmés, otra gran parte de mi formación cultural se la debo a Cinemateca y en especial a su solitario factótum Manuel Martínez Carril. En viejas salas con proyectores antiguos, descubrí a Eisenstein, Lang, Chaplin, Welles y Fellini, genios que moldearon mi amor por el arte y mi vocación cultural. Era tal la pasión por divulgar buen cine que movía al querido Manolo, que en la minúscula sala 2 de la calle Carnelli, donde exhibía películas mudas, él mismo se encerraba en la cabina de proyección y traducía con un micrófono los intertítulos, en vivo, y para un puñado de no más de 10 espectadores.

Hay una preciosa película uruguaya de Federico Veiroj que testimonia esas quijotadas cotidianas: La vida útil. A los que pertenecemos a la generación crecida con Cinemateca, esa obra minimalista nos emociona hasta las lágrimas.

Otra característica de Manolo fue que, siendo un tipo de izquierda, tuvo una gran amplitud de criterio a la hora de programar. Enojó a quienes lideraban la izquierda ortodoxa de la época, trayendo dos películas del polaco Andrzej Wajda, El hombre de mármol y El hombre de hierro, fuertemente críticas del régimen comunista de entonces y enaltecedoras de Lech Walesa.

Eso era Cinemateca en mis años mozos: un espacio de debate y vanguardia, un oasis cultural en el Uruguay amordazado.

Entrado este siglo, cuando se popularizó la televisión para abonados y los servicios de streaming, recibió el golpe. Si mal no recuerdo, los últimos gobiernos le brindaron apoyos económicos condicionándolos a planes de marketing, y me viene a la mente alguna campaña publicitaria extravagante en que malgastaron recursos sin obtener resultados.

Por suerte todo cambió con la inauguración de la nueva sede en la CAF, con equipamiento de última generación y un refresh institucional realmente notable, que incluyó entre otras cosas el mural de 18 y Yaguarón, que hizo el Colectivo Licuado, con la agencia de publicidad de Gonzalo Eyherabide: Montevideo puede preciarse de ser la única ciudad del mundo que rinde semejante homenaje en pleno centro a cuatro cineastas excepcionales.

Por todo esto me causó una mezcla de estupor y vergüenza ajena el tono de un comunicado de Cinemateca contra una iniciativa de la Agencia del Cine y el Audiovisual (ACAU) y la Asociación de Productores y Realizadores (Asoprod), consistente en inaugurar una Casa del Cine en la Ciudad Vieja para albergar archivos.

No voy a discutir las razones del enojo, porque desconozco los detalles del tema: hablan de que depositar nitrato a pocas cuadras del Río de la Plata es inconveniente y de una inversión cuantiosa en desmedro del apoyo financiero a su institución.

Lo que sí puedo decir es que el tono del comunicado me parece soberbio y a la vez oportunista, sobre todo, por emitirse en el contexto del inminente cambio de gobierno.

La parte más desagradable del texto, que no ahorra en atribuir “cinismo” a la ACAU, es cuando acusa explícitamente a “la derecha cultural aliada con los intereses económicos de la industria y los profesionales de la academia”. No sé si Manolo Martínez Carril coincidiría con el reclamo, pero es seguro que no dividiría a la gente de la cultura entre héroes y villanos, entre otras cosas, porque era un hombre muy culto y descreía de los motes con que despreciar a unos y alcahuetear a otros.

Al desafortunado redactor del comunicado le recomendaría que opinara lo que quiera, pero sin alimentar sectarismos terrajas.

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