Hoy celebramos cuarenta años de la recuperación de la Democracia en Uruguay. Y lo hacemos de la mejor manera, con el final de un gobierno y el comienzo de otro.
Tengo recuerdos muy claros de aquel 1° de marzo de 1985, cuando el doctor Julio María Sanguinetti juró ante la Asamblea General. Al término de su memorable discurso sostuvo: (…) mi mayor ambición empieza hoy; mi mayor ambición es la de estar el 1° de marzo de 1990 entregando el mando a un nuevo Presidente constitucional electo por el pueblo”. Cinco años después, el doctor Luis Alberto Lacalle Herrera recibía la banda presidencial.
En marzo de 1985, se inició en el Uruguay una era que no ha tenido interrupciones. Ni aún en las tormentas más dramáticas que afrontó el país a lo largo de estas cuatro décadas, la Democracia para la gran mayoría de los uruguayos estuvo en tela de juicio. Los orientales de buena voluntad no concebimos ya no otra forma de gobierno, sino de vida que no sea la Democracia. Es parte fundamental de nuestra esencia e identidad como nación.
Desde 1985, han gobernado todas las fuerzas políticas por más de un período, confirmando que la rotación de los partidos en el poder ha sido saludable para el sistema.
Sanguinetti, Luis Alberto Lacalle Herrera, Sanguinetti nuevamente, Jorge Batlle, Tabaré Vázquez, José Mujica, Vázquez nuevamente y Luis Lacalle Pou, han sido los presidentes a los que la ciudadanía les confió la conducción del país en estas cuatro décadas.
Cuando esta tarde el presidente Lacalle Pou le coloque la banda presidencial a Yamandú Orsi, este se convertirá en el noveno presidente de la República desde el retorno de la Democracia, (séptimo si contamos las dos presidencias de Sanguinetti y de Vázquez).
Lacalle Pou, podrá sentirse satisfecho, cumplió con lo que anunció en su discurso del 1° de marzo de 2020: (…) “Estamos convencidos de que si al final del período los uruguayos son más libres, habremos hecho bien las cosas, de lo contrario, habremos fallado en lo esencial”.
Como a todo nuevo Gobierno hay que darle una carta de crédito. Sí, aunque cueste y ellos no se la hayan dado a la administración de la Coalición Republicana.
Pasemos por alto y por el momento, las declaraciones de un futuro ministro con mucho afán de protagonismo, que sembró dudas sobre su vocación democrática y las de ciertos legisladores que el pasado 15 de febrero cuando asumieron sus bancas reivindicaron el pasado terrorista de su agrupación.
El pasado violento de mediados de la década de 1960 y comienzos de 1970, es algo que no debe repetirse jamás, como tampoco el autoritarismo y la represión que esa violencia trajo. Recordemos que la Democracia la honramos todos los ciudadanos con nuestra conducta, cada día.
En lo personal, confío que el respeto a la Constitución y a las leyes, seguirán siendo el norte del nuevo presidente, como lo fue en la administración que hoy finaliza.
Que dentro de cinco años, Yamandú Orsi pueda entregar la banda presidencial con la tranquilidad de conciencia y el orgullo de haber seguido hacien-do un poco más libres a todos los orientales.