La política exterior es un tema especial. Para ubicarnos : siempre fue y será difícil hacer política exterior para nuestro país, por su tamaño y por su ubicación geográfica. Pero hoy es particularmente difícil.
La receta tradicional de los equilibrios regionales se ha ido al tacho y las perspectivas de encontrar algún palo donde rascarnos en la cancha grande, son remotas. Hay escaso interés en el Primer Mundo por esta región y el único player grande que lo demuestra es China, candidato complejo.
En el barrio, la Argentina está ensimismada en su política interna, en base a odios y a enemigos móviles. Con lo cual, los ratos en que se fija en nosotros no suelen ser de signo positivo.
Brasil, por su lado, que no ha abandonado su interés por la política exterior, tal parece que lo ejerce muy condicionado por su delicuescente política interna y, además, despegado de las bases históricas que siempre enmarcaron la geopolítica brasileña. Brasil se caracterizó siempre por una concepción geopolítica constante de sí mismo. Pero ya desde la presidencia de Lula, los simplismos ideológicos fueron erosionando la solidez institucional de Itamaraty y aún la visión geopolítica (guste o no), de las fuerzas armadas. La resultante es que Brasil, ni manifiesta mucho interés en ejercer un liderazgo, ni tiene muy en claro para qué lo haría.
A lo anterior se suma una marcada ausencia de lideranzas mundiales (con excepciones indeseadas, como es el caso de Putin) y una crisis de gobernanza mundial, tanto en las instituciones de corte político, como la ONU, como en las económicas y financieras (OMC, FMI).
En ese marco, ¿a qué podemos apuntar en política exterior? Empezando por lo más básico: que no haya injerencias externas que afecten condiciones relevantes de nuestra vida, tanto institucional como social y económica.
¿Las hay? En diferente (y relativa) medida, sí:
1) Es posible que se consolide un eje de sintonías ideológicas en la región, a partir del cambio de gobierno en Chile y el que parece venir en Brasil. No creo que se transforme en una amenaza para el país, pero es un dato a no descuidar.
2) Hay una amenaza cierta y concreta por parte de la OCDE y sus nuevos pujos neocolonialistas. No es algo hipotético y lejano. Tampoco fácil de atajar. Pero hay que intentar, tanto buscando potenciales compañeros de infortunio, como planteando lo que es un auténtico atropello, en los foros internacionales, empezando por Naciones Unidas.
3) Está la tarea histórica de la defensa de nuestros intereses: marítimos, fronterizos y portuarios.
4) En este mundo globalizado y altamente tecnificado, es igualmente relevante la defensa de nuestra soberanía en materia informática y de captación de inversiones. También aquí una presencia vigorosa y respetada del Uruguay en los foros internacionales es muy importante. Nuestro país supo ocupar un lugar de prestigio y respeto, de una dimensión superior a la de su peso geopolítico por obra del nivel de sus representantes: recuperarlo debe ser una meta.
5) Hay una serie de temas puntuales que merecen mención específica:
La relación con Brasil y, dentro de ella, el tema China.
Aun siendo algo muy difícil, es importante recimentar nuestros vínculos con las instituciones brasileñas, públicas y privadas, que gravitan en el largo plazo de su geopolítica. Asimismo, cuidando las formas, los tiempos aconsejan comenzar una aproximación al nuevo mix político que está pergeñando Lula, comenzando por el ingrediente PSDB.
Capítulo aparte ocupa el tema China y la movida de nuestro gobierno, estribando en la decisión unilateral de Brasil, bajando aranceles, para justificar una negociación con Pekín. Ambos temas conllevan importantes riesgos.
Más allá de la necesidad que tiene el Uruguay de apertura comercial y lo cuestionable del juego que hizo Brasil (primero simpatizando y al final haciéndose el distraído), romper con ellos no parece buena cosa y de nada sirve tener razón. Adicionalmente, todo indica que Brasil no quiere a China instalada en el continente. Probablemente le pesen consideraciones geopolíticas y económicas. Es sintomático que Brasil dejó caer los dos convenios más importantes que tenía con China: el Plan Decenal de Cooperación y el de Açao Conjunta.
6) A lo anterior, se suma la preocupación de enfrentar una negociación comercial con tal disparidad de fuerzas. Lo que avala la conveniencia de jugar la carta de una adhesión al Cptpp.
7) Quizás sea ilusorio, pero creo que merece intentarse (o reintentarse) una aproximación con los EE.UU. Es notorio que su foco está lejísimos de la región, pero no es menos cierto que se están dando ciertos hechos y cambios de México al sur, que deberían llamar su atención. Obvio que ahora no es el momento, pero la barbaridad rusa pasará y la baraja mundial se dará de nuevo.
8) Con relación al Mercosur, vale la pena retomar la idea de una “fuga hacia atrás”, hacia una zona de libre comercio.
9) Por lo demás, jugar algunas fichas a situaciones especiales, como Japón y del Reino Unido.
Dicho lo cual, debemos recordar que la política exterior es un vaso comunicante con las políticas interiores. Cuánto más incierta la situación externa, más importante es que la otra sea sólida. Para lo cual se necesita: solidez institucional; funcionamiento político predecible; paz social; buenos niveles de productividad; solidez fiscal y un gobierno lúcido. Estamos flojos en la tercera.