Ayudando a irse...

Casualmente se está por convertir en ley, el tema que nos ocupa, la eutanasia.

No abundaremos sobre ella, en particular. Sino sobre otro tipo de eutanasia; seguramente con mayor durabilidad en el tiempo, que un fármaco letal, pero que paulatinamente va mellando el espíritu y las fuerzas de la tan mentada expresión, “adulto mayor”. Éste siente que lo van radiando, su voz experiente pasa como desapercibida, ya no es convocado a eventos que tengan que ver con algún tema de actualidad.

No soy original en el contenido de la prosa; un querido amigo me cursó una carta que envió una mujer de 78 años al diario “El País” de España, sobre el título que nos ocupa, tragedia silenciosa que se extiende por todo el mundo y de la que poco se habla. En la citada carta, se lee,” Conozco y desapruebo totalmente la eutanasia pasiva (así la denomina), que se ha implantado y se ejecuta cada día con los viejos. Eutanasia pasiva es que tengamos que pedir cita previa para todo. Eutanasia pasiva es que intentemos pedir esa cita previa por teléfono y nos conteste una máquina. Eutanasia pasiva es que te empujen en las cajas de los supermercados, sin darte tiempo a poner los productos en las bolsas”.

Como también aporta Manel (escribí bien) Domínguez, catedrático español, “el “edadismo” va arrinconando a las personas mayores y llega esa tremenda soledad no elegida que va minando el ánimo, debilitando las defensas inmunológicas, ese alejamiento social que conlleva un dolor que afecta la calidad de vida”.

Claro que contribuye a ello la edad longeva, que va dejando sin vida al círculo familiar o amistoso más cercano, del viejo/ja de que se trate.

La etiqueta de “jubilado”, es como una marca grabada a fuego, que lleva a desatención, al trato por mero cumplido, a un desamor que va calando. No son actos de mala fe en sí mismos, están incorporados en quienes interactúan con el adulto mayor. Agrega la carta de referencia, lo sabido. Se viven más años gracias a la tecnología y los avances científicos. Y si se está bien cognitivamente y de salud en general, deberían valer la pena esos años “regalados…”. Pero esa mejor calidad de vida, para ser tal, deberá venir enraizada con vínculos estrechos, con el afecto del alma, con la solicitud de un consejo salido de la prudencia. Si eso no sucediera, el avance en la medicina se da de bruces con la realidad. La misma etiqueta de jubilado, predispone al alejamiento. No es buscado/a en el mercado laboral y cuesta compatibilizar esa mixtura de un cuerpo sano y fuerte por dentro, pero discriminado por fuera.

Pero como dato de la realidad, ese avance en el sistema de salud aparece como reticente a gastar dinero en exámenes que no tendrían ningún asidero, porque la recuperación del paciente, no se condice con sus años longevos.

Y en este contexto tan dramático, se agrega otro detalle: expresiones que están en boga y de trato cotidiano, que no son familiares para la tercera edad. Por ejemplo, ahora no se dice “salud en acción, sino que es “health in action”. “Director de Operaciones” dijo? No, es “chef operating officer”, “venture capital” es “capital de riesgo” y Ud no va a una cumbre, no, va a una “Summit”…y los ejemplos se multiplican.

Las personas mayores de 65 años, serán el 21% de la humanidad en 2050. Estamos ante un conflicto intergeneracional o próximo a él, que implica el aumento de la esperanza de vida, el declive demográfico y el rol de las personas jóvenes.

La moda de los últimos años, ha determinado que los jóvenes ocupen el centro de la escena, como si ellos fueran la única manera importante de ser humano. No perciben que “nadie ama la vida como un anciano”, como decía Sófocles y que los años acumulados confieren una sabiduría intransferible, riqueza acaudalada que no admite reparos. Claro que alguna gente nace vieja y algunos mueren jóvenes, a los 90 años; es una cuestión de actitud, la cual, como señalaron ya hace mucho los estoicos, es algo que está bajo nuestro control. Sucede que a medida que pasan los años, la insensatez va quedando de lado y los depósitos en la cuenta bancaria, mejoran: en ambos casos el envejecer es una actitud deseable.

Afirma el catedrático Domínguez en su libro “la vida que no cesa”. El cambio verdadero lo darán los seniors, sin dejarse arrinconar, exigiendo respeto, haciendo lo que les dé la gana, opinando lo que se quiera, sin dejarse atropellar por nadie, sacando o metiendo la pata cuando lo decidan.

Existe mucha falsa propaganda respecto a la edad. “La vejez tiene buenas ideas, pero malas pantorrillas”, decía un poeta del Renacimiento, confundiendo la capacidad de correr detrás de un ómnibus con la buena salud.

Y qué honor expresar: “la vida es un país que los ancianos han visto y habitado”, decía J. Joubert, “aquellos que todavía tienen que viajar a través de ella, pueden aprender el camino solo gracias a ellos”.

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