Ricardo Reilly Salaverri
El país fue hecho en su totalidad por los hombres y las mujeres de los partidos fundacionales. Quienes hoy desgobiernan tras tirar por la borda la bonanza internacional más grande que conociese desde su nacimiento la República, no hicieron una empresa pública, ni privada, no alentaron una nueva inversión, ni pergeñaron algo útil como no sean "bellezas" tales como el inviable proyecto "productivo" azucarero de Bella Unión.
Nunca aportaron nada de porvenir a la enseñanza pública, que debe al Brigadier Oribe la fundación de la Universidad de la República, y a José Pedro Varela la laicidad que han ultrajado sistemáticamente. Usando las instituciones educacionales gratuitas para conspirar, para agitar, para organizar un golpe de mano contra las libertades democráticas. Así, se podría seguir al infinito.
En tiempos en los que a cada rato desde el oficialismo se insulta a la Historia nacional, y -ejemplo- en la cúspide del desvarío hasta se intenta cambiar el escudo del país, sustituyéndolo por un medio sol caricaturesco parecido a un pícaro conspirando escondido detrás de un muro.
Hablar de comunismo en el mundo es prehistoria. Ser comunista y ser nazi es lo mismo. La única diferencia es que en un caso la tiranía se fundamenta en la falaz consigna de que el proletariado asumirá el poder para construir el socialismo y en la otra, se proclama la superioridad de la raza aria, como motor del despotismo.
Ambas soluciones cargan en sus espaldas con decenas de millones de víctimas y de inocentes, de multitudes esclavizadas y destrozos de seres humanos condenados al gulag; y de naciones atropelladas por conquistas rapaces y el holocausto judío, inmortalizado en la saña planetariamente conocida, hecha hito dramático en los campos de concentración nazis.
Frente a éstas y otras catervas afines, se levanta la democracia y el Estado de Derecho, el respeto por los derechos humanos y la preservación suprema de la Libertad, que ampara la creatividad y el progreso, y que admite en su regazo se tiendan las propuestas más amplias de solidaridad social.
Lo que parece controversia de un pasado que en el mundo contemporáneo está depositado en un museo de arqueología, sin embargo en Uruguay es historia contemporánea.
No está demás recordar que el Cr. Astori supo ser senador del partido comunista y que el comunismo, leal a las aberraciones y crímenes de Lenin, Stalin, Mao, Castro y compañía, es numen de la candidatura de Mujica.
Este ha dicho que considera a los totalitarios vernáculos pasados de moda universalmente, como parte fundamental de su acción política.
E, increíblemente, estos hechos tangibles, que están en la prensa todos los días, que despliegan su ominosa sombra sobre el destino nacional, nos hacen ver, a quienes padecimos la acción terrorista de los años 60 del pasado siglo; que vimos cómo la agitación totalitaria llevaba al quiebre de las instituciones; que supimos que además de los secuestros y los asesinatos tupamaros, había un arsenal cuidadosamente ocultado y guardado por el partido comunista a la espera oportuna del zarpazo, advertimos que en nombre de la Libertad, la clarinada convoca, como siempre, a la defensa de los valores históricos.
Que hicieron de la patria realidad distinta en el seno continental. Debiendo renovarse sin claudicaciones la lucha cívica que iniciamos como ciudadanos adolescentes, en justamente, los años 60 del pasado siglo.