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Cabezas de Papa

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ÁLVARO AHUNCHAIN
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Hoy propongo al lector poner en comparación dos noticias que no tienen nada que ver una con la otra, a ver si extraemos alguna conclusión interesante de esa asociación inesperada.

Antes, cuando leíamos noticias internacionales, tendíamos a mirar esa información como lejana, sin influencia con nuestra realidad cotidiana. Pero los acontecimientos mundiales se intercomunican; con la pandemia como ejemplo más claro, ya no quedan dudas de que lo que pasa del otro lado del planeta nos afecta también a nosotros.

La primera de las dos noticias a comparar, es el espeluznante secuestro de 317 alumnas de una escuela de Nigeria, por parte de una banda de terroristas del grupo Boko Haram. Ya han asesinado a más de 27.000 civiles y tienen en su haber el secuestro, hace años, de 276 alumnas de otra escuela, 100 de las cuales continúan desaparecidas.

Una activista de derechos civiles de ese país, Josephine Obiajulu Okei-Odumakin, ha declarado a las agencias de noticias que "estos ataques contra los escolares, en particular las niñas, tienen como objetivo desmoralizarlas no solo a ellas, sino a los niños, en cuanto al acceso a la educación".

Hubo repercusiones de ONU y Unicef, pero todo queda en la declarativa demanda al gobierno de que tome medidas para garantizar seguridad en centros educativos.

Vamos ahora a la segunda noticia.

La compañía de juguetes Hasbro ha anunciado con pompa que cambiará el nombre de su personaje "Mr. Potato Head" (señor Cabeza de Papa) por "Potato Head" (Cabeza de Papa), "para reflejar mejor la línea completa". Veamos la explicación: "el objetivo es que no haya una forma correcta o incorrecta de armar el juguete. Los niños podrán jugar con él, poniéndole los accesorios que quieran, sin limitarse por los roles de género". Parece que la intención, con el cambio, es "adaptar la marca a las familias modernas".

Ustedes se preguntarán qué diablos tiene que ver una noticia con la otra. Y me animo a responderles que sí, que trágicamente tienen que ver.

En muchos países, ahora mismo, se están cometiendo monstruosas aberraciones contra las mujeres por el solo hecho de serlo, ante la pasividad absoluta del mundo libre, que se limita a informar de eso en los diarios sazonándolo con compungidas declaraciones de las organizaciones internacionales. En nuestro idealizado Uruguay mismo, los crímenes por razones de género son una realidad ominosa, proporcionalmente muy superior a la que padecen los países europeos.

Sin embargo, las naciones desarrolladas responden a ese horror cotidiano con estupideces como esta. ¿Qué mueve al fabricante de juguetes a esta puerilidad políticamente correcta de habilitar a que los niños armen el chiche sin estereotipos de género? ¿Acaso creen que con eso están aportando a que la violencia contra las mujeres o los transexuales se termine? Por supuesto que no. Lo hacen pura y exclusivamente para caer simpáticos a ese mismo contexto de declaraciones altisonantes y fallutas. Lo hacen por miedo a la posible caída del valor de las acciones que pueda conllevar una denuncia de discriminación.

La corrección política es un placebo para progres. En lugar de combatir estereotipos, genera otros nuevos para que solo cambie lo accesorio.

Y mientras tanto, el verdadero genocidio continúa, silencioso e implacable.

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