Brasil

El planeta pone sus ojos en el país hermano en donde mañana Lula traspasará la banda presidencial a Dilma Rousseff, por él digitada, que asumirá el cargo precedida de una trayectoria que comenzó con su adoctrinamiento marxista y su actividad guerrillera, sufriendo encarcelamiento y torturas.

Con el tiempo, ya en plena normalidad institucional, acompañó al gobierno del PT en el Gabinete, llevó adelante ambiciosos planes de inversión, y ocupó el cargo clave de ministra jefa de la Casa Civil, cuando su predecesor José Dirceu debió renunciar por un escándalo de corrupción.

Es difícil que al menos en lo inmediato haya cambios sustanciales. Pero no hay que olvidar que Brasil es no solamente el primero de los países latinoamericanos, sino que se proyecta como potencia universal. Brasil ha sabido aplicar a la perfección en los hechos, la regla de convivencia internacional que aconseja defender ante todo sus propios intereses, y no los lazos de amistad con otros países. Procede sin pedir permiso ni avisar. Responde así a su tradición imperial, lo que no va en desmedro de su condición democrática.

Uruguay tiene con Brasil una relación históricamente extensa, propia de su vecindad. Cordial, aunque a veces tuvimos que ponernos serios. El gobierno de izquierda que tenemos desde 2005, entre los muchos aspectos en que no se ha lucido, y uno de los más importantes, es justamente en materia de política exterior.

Es de esperar que en el futuro la Cancillería esté atenta a la evolución del gobierno brasileño, y que las decisiones que pudiera adoptar afectando nuestros legítimos intereses, generen gestiones diplomáticas a cargo de los funcionarios de mayor experiencia y capacitación.

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