PABLO ANTÚNEZ
Casi en la despedida de su gestión, el ministro de Ganadería, José Mujica, cargó duro contra los dirigentes de las gremiales rurales al tratarlos de "llorones" y culparlos de la división entre el campo y la ciudad.
A menos de 15 días de volver activamente al ruedo político, el líder del Movimiento de Participación Popular le dedicó a las gremiales una retahíla de acusaciones y llegó a vincular a alguna de ellas con la dictadura. "En una sociedad moderna como la nuestra, fuertemente corporizada y organizada, llama la atención -por lo menos en las últimas décadas- la enorme pobreza que desde el punto de vista gremial practican los responsables de las gremiales rurales de este país", dijo tajante Mujica en su audición radial de la FM M24.
Para el secretario de Estado son las propias gremiales las que ayudan a generar el divorcio entre el campo y la ciudad.
"En un país donde la producción agropecuaria cumple el gran papel de ser uno de los recursos más fundamentales en el campo de las exportaciones, sin embargo, el grueso del país que vive en las ciudades está divorciado del campo por la pésima imagen que, a lo largo de décadas y décadas, casi todos los dirigentes de las gremiales rurales han transmitido", disparó el ministro. "Para lo único que han abierto la boca, ha sido siempre para quejarse", dijo.
De las críticas no se salvó nadie. La Asociación Rural "ha llegado a tener entre su gente a prohombres de la política nacional de buena y gran personalidad. Si bien son características notorias, su verdadero programa ha sido siempre reclamar casi exclusivamente contra impuestos. Como saldo monocorde, durante mucho tiempo quejarse por la crisis de rentabilidad, aunque ésta, a ojos vista, fuera positiva".
Para el ministro, la ARU creó "una imagen de verdadero ombligo del país, haciendo proliferar una especie de cultura nacional de rechazo, que ha servido para imponer una dicotomía tan dependiente de la ruralidad pero tan alejado de la consideración de la realidad".
Y fue más duro todavía. "Buena parte del trabajo de esas gremiales rurales, de décadas y décadas, apoyando gobiernos de dictadura, no ha sido otra cosa que llorar, llorar y llorar, aunque les fuera estupendamente".
ANTAGONISMO. Mujica dijo que en su viaje a Nueva Zelanda no vio el mismo antagonismo en los productores de ese país. "No sólo que trabajan distinto, sienten el máximo de consideración pública porque han sido capaces de establecer sistemáticamente políticas para ellos y los demás, con una enorme altura y un enorme compromiso", destacó el ministro.
Pero más allá de las críticas a las gremiales, Mujica quebró una lanza por el hombre de campo corriente. "Las gremiales representan poca gente, pero es lo que llega", se quejó Mujica.
A su juicio, "un mundo tan complejo como lo es la ruralidad no puede representarse cuando se plantean intereses elementales de corto plazo, no hay ni por asomo una preocupación colectiva de largo plazo, en esas gremiales".
Entonces, "la respuesta es la ausencia de la gente", finalizó, con dejo de resignación y bronca el ministro Mujica.
Problema congénito
El egoísmo se transformó "en el motor central de la conducta humana. De ninguna manera quiero señalar que éste sea un problema único de las gremiales rurales. Desgraciadamente nuestra sociedad, a zancadas, camina por el lado del corporativismo. Pero ésta es una enfermedad casi congénita de las gremiales rurales que termina explicando la razón de la sinrazón de este país disparatado", dijo el ministro.